Reportaje:

Un padre para 1.500 almas

Nace la Fundación Cementerio Inglés de Málaga para conservar el camposanto

La economista Marjorie Grice Hutchinson fue la última persona que recibió sepultura en el Cementerio Inglés de Málaga, en abril de 2003. Pocos meses después, el Ayuntamiento de la ciudad pidió que no se enterrase a nadie más por cuestiones de salud pública. La muerte de Marjorie supuso, además, la pérdida de la mayor parte de las donaciones que mantenían el cementerio en buen estado. Y los 1.500 muertos que desde su fundación en 1831 descansan para toda la eternidad a los pies del Castillo de Gibralfaro quedaron abandonados a su suerte, a expensas de los jóvenes que, desafiando cualquier respe...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La economista Marjorie Grice Hutchinson fue la última persona que recibió sepultura en el Cementerio Inglés de Málaga, en abril de 2003. Pocos meses después, el Ayuntamiento de la ciudad pidió que no se enterrase a nadie más por cuestiones de salud pública. La muerte de Marjorie supuso, además, la pérdida de la mayor parte de las donaciones que mantenían el cementerio en buen estado. Y los 1.500 muertos que desde su fundación en 1831 descansan para toda la eternidad a los pies del Castillo de Gibralfaro quedaron abandonados a su suerte, a expensas de los jóvenes que, desafiando cualquier respeto hacia las ánimas, celebraban botellones nocturnos entre las tumbas y se dedicaban a partir lápidas centenarias.

El poeta Jorge Guillén fue enterrado allí por su expreso deseo
El cuerpo de Robert Boyd, fusilado junto a Torrijos, se halla en el lugar

En pleno corazón de la ciudad, en el número 1 de la Avenida de Pries, una frondosa arboleda esconde el camposanto, de 11.000 metros cuadrados, al que se accede por una puerta flanqueada por dos leones de piedra. En su interior no hay olor a flores, los árboles crecen sin concierto entre las tumbas y hay un cierto desorden. Se respira un silencio solo roto por el trino de los pájaros, que hace olvidar que abajo, al otro lado de los muros, la vida de la ciudad sigue su curso.

"Esos terrenos son Inglaterra", asegura desde fuera Rafa, que lleva 26 años regentando el taller que lleva su nombre y que linda con el cementerio. Pero eso no es del todo cierto. El Gobierno británico llegó a tener 2.400 cementerios repartidos por todo el mundo a los que mantuvo hasta recién entrado el siglo XX, según recuerda el cónsul británico en Málaga entre los años 2000 y 2008, Bruce McIntyre. En 1904 la Corona dejó de subvencionar el de Málaga, que pasó a mantenerse por las donaciones de la comunidad británica de la provincia, lo que duró hasta la II Guerra Mundial. Desde entonces, nadie quiso hacerse cargo y el deterioro empezó a apoderarse del lugar.

El ex cónsul McIntyre, consciente del papel fundamental que sus antecesores en el cargo habían jugado en el camposanto, se puso como meta no dejarlo morir. Y hoy, mientras pasea ante el mausoleo de William Mark, que fue nombrado cónsul británico en Málaga en 1824 años antes de fundar el cementerio, parece feliz. Hace apenas 15 días la Fundación Cementerio Inglés de Málaga fue inscrita en el registro. Es la primera de España de estas características. "Vamos a iniciar una campaña para devolverle la grandeza", afirma McIntyre, convertido en presidente de la fundación que figura ya como propietaria del terreno.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Y mientras se abre camino entre las tumbas cuenta con cariño cientos de historias. Aquí yace la pequeña Violeta, dice señalando una pequeña urnita blanca que emerge de la tierra, y aquí está el padre de Marjorie que, en lugar de con su mujer, está enterrado junto a su secretaria. Estos días está pendiente de llamar a un rabino para informarle de que la tumba del único judío enterrado en el cementerio está hecha añicos. "A ver si ellos quieren hacer algo", duda.

Y es que en el cementerio no solo hay ingleses, el mismo Jorge Guillén, el poeta vallisoletano de la Generación del 27, fue enterrado aquí por su expreso deseo en 1984, a pocos metros de los 62 alemanes que fallecieron en el naufragio del buque escuela Gneisenau en el año 1900. El paseo por el cementerio es un recorrido por la historia. Aunque hay dudas de si el primer enterrado fue un capitán de la Marina que se cayó por la borda en una borrachera, lo cierto es que Robert Boyd, fusilado en Málaga junto al general Torrijos en 1831, tiene ese honor.

Esta mañana, en medio de un calor plomizo, McIntyre recorre el cementerio quitando con la mano las hojas secas y la tierra que tapan algunas tumbas. A pocos metros, John Hallybond se come un bocadillo al lado de la capilla anglicana de San Jorge, construida dentro del cementerio en 1891. Desde hace siete años trabaja por horas como jardinero en el camposanto. La tarea es ingente.

El ex cónsul confía en que con el inicio del curso la fundación eche a andar y se puedan recaudar fondos públicos y privados para lavar la cara del cementerio, organizar un bonito jardín y seguir construyendo columbarios en los que depositar las cenizas de los difuntos.

Según los cálculos de McIntyre, entre 20 y 30 personas pasan a diario para visitar el lugar. Esta mañana de verano la única visitante es Belén Cantero, una veinteañera de Madrid que se ha acercado solo a curiosear.

"Ojalá nunca se deje morir esto, yo pienso acabar aquí", dice McIntyre tranquilo. A la espera de que todo salga como el cónsul imagina, hasta ahora, lo cierto es que a los 1.500 muertos del cementerio les ha salido un padre.

El ex cónsul Bruce McIntyre, en el Cementerio Inglés de Málaga, el pasado martes.GARCÍA-SANTOS

Sobre la firma

Archivado En