Columna

Alta competición

Indiscutiblemente, éste está siendo el verano de la alta competición: el Mundial de Fútbol, el Tour, el Europeo de Atletismo y, ahora, la pugna por alcanzar la nominación socialista para disputar a Esperanza Aguirre la presidencia de la Comunidad de Madrid. Ante la que se avecina en la villa del oso y el madroño, el enfrentamiento que presenciamos en julio entre Ramiro González y Malentxo Arruabarrena para lograr el apoyo de la afiliación del PNV y batallar así por la alcaldía de Vitoria puede quedarse en un mero torneo estival.

Cuando Manuel Chaves llamó a consultas a Tomás Gómez, ...

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Indiscutiblemente, éste está siendo el verano de la alta competición: el Mundial de Fútbol, el Tour, el Europeo de Atletismo y, ahora, la pugna por alcanzar la nominación socialista para disputar a Esperanza Aguirre la presidencia de la Comunidad de Madrid. Ante la que se avecina en la villa del oso y el madroño, el enfrentamiento que presenciamos en julio entre Ramiro González y Malentxo Arruabarrena para lograr el apoyo de la afiliación del PNV y batallar así por la alcaldía de Vitoria puede quedarse en un mero torneo estival.

Cuando Manuel Chaves llamó a consultas a Tomás Gómez, número uno del PSOE de Madrid, no hacía falta tener un doctorado en Ciencias Políticas para sospechar que al ex alcalde de Parla le podían estar haciendo la cama desde las altas instancias de su partido. Al parecer, Zapatero considera que Trinidad Jiménez, la ministra de la gripe A -por cierto, ¿qué fue de los millones de dosis de la vacuna que se compraron y que nunca llegaron a usarse?-, tiene más posibilidades de acabar con el imperio de la lideresa Aguirre que Gómez, a quien le tocó el trabajo sucio de reorganizar el PSM tras su enésimo batacazo en las votaciones autonómicas.

En política, creíamos que existía una norma no escrita según la cual el máximo responsable de una formación en una región era su candidato natural en los comicios que se celebrasen en dicho entorno. Sin embargo, Zapatero y Pepiño Blanco aseguran disponer de encuestas -en las que tienen una fe ciega, a pesar de que han sido realizadas casi un año antes de la cita con las urnas- que no dejarían lugar a dudas sobre la popularidad de Trinidad Jiménez, casualmente una de las impulsoras de Nueva Vía, la corriente que aupó al actual presidente del Gobierno a la cúpula del PSOE.

Desde que José María Aznar rescató ese procedimiento tan español conocido como el dedazo para decidir quién debe encabezar una candidatura no han faltado dirigentes a los que les haya tentado tan digital método. Parecía, no obstante, que los partidos de izquierda estaban más a salvo de este tipo de caudillajes. Probablemente, si el propio PSOE hubiese hecho caso de los sondeos que circulaban en las semanas previas a las elecciones generales de marzo de 2004 habrían tenido que buscar una alternativa con más tirón que Zapatero.

Da la sensación de que los partidos temen a las primarias más que a un nublado. Las del PNV en Vitoria concluyeron con la retirada de ambos aspirantes para evitar males mayores. Las de Madrid pueden ser el comienzo del fin de la era Zapatero. Una derrota de su candidata dejaría en evidencia la capacidad de influencia del líder socialista. Una victoria de Trinidad sólo podría considerarse como tal si posteriormente desaloja a Aguirre del Ejecutivo regional. La estrategia electoral cada vez se parece más al lanzamiento de una marca de refrescos. Ahora parece que se lleva lo light.

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