Mahler triunfa ante el público del Via Stellae en Santiago

La Mahler Chamber Orchestra, dirigida por Tugan Sokhiev, y Viktoria Mullova tuvieron un gran éxito en su concierto del jueves 22 en Santiago. La violinista rusa mostró su acendrada perfección técnica a lo largo del Concierto para violín nº 2 de Prokófiev. La obra es de gran dificultad para el violinista, más álla de las grandes exigencias de puro mecanisno, que también contiene por momentos. Pero es el concepto mismo de la música de Prokófiev, toda su capacidad expresiva, lo que demanda una visión muy clara por parte del violinista.

Mullova, a quien a veces se le reprocha una cie...

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La Mahler Chamber Orchestra, dirigida por Tugan Sokhiev, y Viktoria Mullova tuvieron un gran éxito en su concierto del jueves 22 en Santiago. La violinista rusa mostró su acendrada perfección técnica a lo largo del Concierto para violín nº 2 de Prokófiev. La obra es de gran dificultad para el violinista, más álla de las grandes exigencias de puro mecanisno, que también contiene por momentos. Pero es el concepto mismo de la música de Prokófiev, toda su capacidad expresiva, lo que demanda una visión muy clara por parte del violinista.

Mullova, a quien a veces se le reprocha una cierta frialdad, hizo una versión llena de sobriedad, virtud tan olvidada en estos tiempos. Su parte sonó tan sencilla como se vio su propia presencia en escena, con unas sandalias sin tacón y un vestido de gasa que dejaba ver completa su espalda, recta y bien musculada. De su actividad como intérprete historicista manaron con naturalidad la tersura de sus notas sin vibrato en el sobrecogedor inicio del Andante central o en el magnífico Largo de la Sonata en do menor nº 3 de Bach, tocado como propina, con que regaló los oídos de su auditorio.

La Sinfonía nº 7 en sol mayor de Dvorak tuvo una versión sorprendente en más de un aspecto. Tras la suavidad sedosa de la cuerda y el cálido color de las maderas en el Allegro, tuvo paz y pasión en el Adagio, un toque de gracia alada en el Allegretto y destacó la acogedora calidez de sus chelos en el Allegro ma non troppo final. Todo, con un poderío y equilibrio dinámico increíbles en una orquesta con tan sólo 32 instrumentistas de cuerda y una riqueza tímbrica que lució ya desde el inicio, En las estepas de Asia Central, de Borodin.

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