Columna

Las cifras mágicas de la lengua

Lo peor que pudo ocurrirle a la lengua gallega es que le tocara su mayor castigo legislativo en plena crisis económica, que no es el mejor contexto para valorar la gravedad de lo que está ocurriendo. Las diversas y numerosas manifestaciones ocurridas desde las elecciones autonómicas han tenido una importante función catártica, que ha servido para que las diversas organizaciones prolengua, e incluso los partidos políticos del anterior bipartito, ahora en la oposición, tuviesen una inyección popular de fe y fuerza en su peor momento psicopolítico. Misión cumplida en el ámbito de los impulsos mor...

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Lo peor que pudo ocurrirle a la lengua gallega es que le tocara su mayor castigo legislativo en plena crisis económica, que no es el mejor contexto para valorar la gravedad de lo que está ocurriendo. Las diversas y numerosas manifestaciones ocurridas desde las elecciones autonómicas han tenido una importante función catártica, que ha servido para que las diversas organizaciones prolengua, e incluso los partidos políticos del anterior bipartito, ahora en la oposición, tuviesen una inyección popular de fe y fuerza en su peor momento psicopolítico. Misión cumplida en el ámbito de los impulsos morales, esa clase de impulsos en los que parece que era especialista el famoso C.D. Alcoyano (Tens mes moral que l'Alcoyano), pero el problema no sólo sigue: aumenta. El punto más débil del nuevo proyecto es aquel en el que se suprime cualquier defensa regular o normativizada del gallego en la enseñanza infantil (0-3-6 años). Esto quiere decir que un altísimo porcentaje de niños gallegos, una absoluta mayoría, siguiendo la senda de los elefantes lingüísticos, aprenderá español y no gallego en las edades clave para que el gallego sea idioma asumido como propio. Después vendrán las obligaciones de aprenderlo, pero ya fuera del marco cognitivo normal y como una imposición del sistema, imposición que no le favorecerá ante los jóvenes, que volverán a la senda de los elefantes a toda velocidad. Hay que decir algo muy duro: si en Euskadi o en Cataluña existe una viva esperanza de resituar a sus lenguas en un lugar preferente como lenguas propias, esa esperanza no se da en Galicia. Por razones complejas, la favorable actitud de la gente ante el gallego en las mejores encuestas no acaba de traducirse en una actividad más fuerte encaminada a una ampliación de sus hablantes en las ciudades medias y grandes de Galicia. Sólo gobiernos de progreso, siguiendo las indicaciones de esas encuestas, podrían impulsar la regeneración del gallego y su devolución a su exacto lugar como lengua propia de Galicia.

Sólo el 22,6% de los gallegos mayores de edad cree que la política lingüística del PP será mejor que la del bipartito

Todo ello ocurre mientras se difunden una serie de inexactitudes sobre esta lengua que tratamos de defender como podemos en medio de este acoso legal, y entre tales cosas no faltan las alusiones a una "mayoría" contraria a la política lingüística del bipartito (que fue muy contenida, nada agresiva, excesivamente pacata, en mi criterio, y alejada de una política científica más recuperacionista): no hay tal mayoría, apenas un 22,6% de los gallegos mayores de edad consideran que el PP lo haría mejor que el ex bipartito en políticas lingüísticas, un porcentaje muy por debajo del voto que el mismo PP tiene en las elecciones autonómicas (aproximadamente, unos 12 puntos menos, homologando el tipo de porcentajes comparados). Es decir: ni siquiera el PP ofrece un frente unitario en esa política regresiva hacia la lengua.

Si sólo un porcentaje tan bajo, que no llega a una cuarta parte de los mayores de edad, puede considerarse que tiene una perspectiva hostil contra las políticas recuperacionistas (que son las que impulsa la legislación internacional sobre lenguas minoritarias a través de la reconocida Carta Europea de dichas lenguas, que el Reino de España incumple sistemáticamente pese a haberlas firmado en su momento) no debe haber inconveniente alguno en diseñar políticas de futuro para recuperar el gallego a través de la enseñanza, la Administración y la vida cotidiana, como en Cataluña o el País Vasco, y hacerlo apoyándose en una mayoría social que, según las encuestas, estaría capitaneada por las clases altas y medias-altas, en las que la cifra del 22,6% desciende al 20,5%, la más baja del frente hostil si lo miramos desde las clases sociales.

Se podían poner otras cifras y acumular decenas de evidencias para poner patas arriba el modelo nefasto que los más hostiles frente a la lengua propia han difundido y siguen difundiendo. Se han dicho y se dicen cosas por parte de gentes con responsabilidad en esto de la lengua que dan vergüenza ajena a cualquier académico que conozca algo del tema central o de los temas confluyentes en el tema central de la lengua. Quizá la última mentira circulante es que el preproyecto en curso es paritario, equilibrado o perfectamente bilingüe. No hay nada de esto, al contrario: se quiebra cualquier esperanza de recuperar la lengua gallega en el nivel fundamental para convertirla en algo natural y naturalmente aprendido - el nivel infantil citado- lo que hubiera sido la esperanza más sólida para encarar el futuro con algún optimismo. Pero eso no es posible, y estamos condenados a seguir afirmando las evidencias estadísticas, a combatir las mentiras que se echan a rodar en medios cada vez más uniformes, y a salir a la calle de vez en cuando para decir que existimos y que estamos en condiciones de hacerlo mucho mejor en ese territorio de la lengua propia. Y en otros muchos, por supuesto.

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