Columna

Edaddepiedrix y cia

Edaddepiedrix es uno de los personajes de la serie Asterix, y si lo utilizo hoy como encabezamiento es para marcar el tono de esta columna que aspira a ser de un cierto desenfado. Hay que decir que Edaddepiedrix es el habitante más anciano del poblado galo, lo que no le impide, a sus 93 añazos, gozar de una salud y de una vitalidad, envidiables. Lo que, por otra parte, empieza a ser un fenómeno corriente al menos nada insólito entre nosotros. Lo que quiero decir, es que no hace falta irse a las Galias ni a los cómics para encontrarse con ancianos que están en una forma física y mental realment...

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Edaddepiedrix es uno de los personajes de la serie Asterix, y si lo utilizo hoy como encabezamiento es para marcar el tono de esta columna que aspira a ser de un cierto desenfado. Hay que decir que Edaddepiedrix es el habitante más anciano del poblado galo, lo que no le impide, a sus 93 añazos, gozar de una salud y de una vitalidad, envidiables. Lo que, por otra parte, empieza a ser un fenómeno corriente al menos nada insólito entre nosotros. Lo que quiero decir, es que no hace falta irse a las Galias ni a los cómics para encontrarse con ancianos que están en una forma física y mental realmente estupenda. Podemos verlos en todas partes, paseando, disfrutando de la oferta cultural de nuestras ciudades, leyendo en las bibliotecas, o predicando con el ejemplo su apuesta por los transportes colectivos. Y voy a detenerme un momento en este asunto de los autobuses, porque me he fijado que muchas personas mayores ya prefieren ir de pie aunque haya asientos libres u otro viajero (que todavía sucede) les ofrezca el suyo. Con razón, me digo, están en tan buena forma. Lo que me hace pensar que a lo mejor ha llegado el momento de revisar la lógica de adjudicación de los asientos prioritarios en los buses; destinarlos, en lugar de a esos ancianos espléndidos, a todos esos adultos, e incluso a esos jóvenes, que evidencian sobrecargas de peso, estrés o fatiga crónica. Y, naturalmente, esto de los asientos de autobús no lo digo en serio; pero casi. O si se prefiere, no estoy muy segura de que haya que pensarlo realmente en broma, o de que no haya que ver en esta boutade una imagen que, en ironías, retrata ilustrativamente a nuestra sociedad.

Yo veo a esos ancianos y la verdad es que me alegro por ellos, por mí (su horizonte vital es traducible a la esperanza de todos), y por la sociedad entera que entiendo que se enriquece con ese mestizaje de varias generaciones, de múltiples tiempos vivos. Y me alegro también porque la existencia y la expansión de los edaddepiedrix auguran muchos cambios: en la consideración y el entramado de las biografías humanas (vivir más no es estirar sólo la última porción de la vida, sino repensar, reubicar el alcance de todas); en las posibilidades y la plasticidad de la memoria: llevar dentro de sí medio siglo no es como convivir con uno entero, y creo que eso va a dotarles a nuestros recuerdos de una textura, de una flexibilidad extraordinarias.

Y cambios también en la mentalidad colectiva. Los edaddepiedrix -que van a ser cada vez más numerosos (y esperemos serlo algún día)- nos ponen en la pista y en la exigencia de nuevos debates, es decir, en la responsabilidad ineludible de rescatar ideas y convicciones sociales. En el poblado de Asterix tenían la poción mágica que les fabricaba el druida. Está claro que nosotros con eso no podemos contar. No tenemos más remedio que acudir a nuestros propios valores de solidaridad y equilibrio; es decir, a una magia de principio(s).

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