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Seguimos enfrascados en la preparación de las elecciones catalanas, y las estrategias se van perfilando. Hace unos días, la líder del PP, advertía a los suyos sobre la necesidad de evitar declaraciones anticatalanas, ya que "el partido se juega mucho". Se juega, entiendo, el contar con votos que puedan consolidarse ante las próximas elecciones generales y se juega, sobre todo, el contribuir, como en el País Vasco, a hacer posible e influir en un gobierno en Cataluña que evite la reedición de un nuevo pacto de izquierdas. El problema en Cataluña es que el aliado que hay que apoyar es CiU, con l...

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Seguimos enfrascados en la preparación de las elecciones catalanas, y las estrategias se van perfilando. Hace unos días, la líder del PP, advertía a los suyos sobre la necesidad de evitar declaraciones anticatalanas, ya que "el partido se juega mucho". Se juega, entiendo, el contar con votos que puedan consolidarse ante las próximas elecciones generales y se juega, sobre todo, el contribuir, como en el País Vasco, a hacer posible e influir en un gobierno en Cataluña que evite la reedición de un nuevo pacto de izquierdas. El problema en Cataluña es que el aliado que hay que apoyar es CiU, con la que se comparten muchas ideas y valores propios del liberalismo conservador, pero de la que les separa una gran distancia en los temas relacionados con el autogobierno y la concepción de lo que es Cataluña. La posibilidad de una alianza estratégica entre CiU y PP, no sólo para gobernar en Cataluña (con apoyo externo del PP) y en España (con apoyo externo de CiU), está cada vez más presente en el escenario político.

No resulta, pues, extraño que ambas fuerzas políticas estén tonteando con el tema de la inmigración, ya que son conscientes que por ese lado pueden pillar a contrapié a las fuerzas de izquierda y reforzar posiciones. La estrategia del alcalde de Vic, las declaraciones de García Albiol en Badalona y de Fernández Díaz en Barcelona no dejan lugar a dudas. En momentos de previsible sequía participativa en las próximas elecciones y con muchos recién llegados disgustos que pescar en aguas turbulentas, no está la cosa como para dejar que cualquier desaprensivo u oportunista se lleve los votos de quienes quisieran más dureza en los temas de inmigración. La estrategia es centrarse en lo que podríamos denominar "racismo cultural", defendiendo que no se pueden aceptar personas o situaciones que vayan contra "nuestra manera de ser". Y ello se plantea no sólo para los que quieran venir, sino también para los que están ya aquí, pero insisten en "lo suyo". Como decía Le Pen, "Yo prefiero a mis hijas que a mis nietas, y a mis nietas que a cualquier vecino, y eso es lo natural". Lo que no acabo de tener claro es si CiU y el PP tienen la misma concepción sobre lo que es "natural", sobre lo que es "lo nuestro". A ver.

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