Análisis:

El secreto no está en la agenda de Cobo

El strip-tease que practicó como testigo en sede judicial el vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, para evidenciar que los partes del espionaje coincidían con su agenda pública y privada destapó un extraño olor en repetidas preguntas de sus interrogadores. Parecían encaminadas a saber si los actos que detallaba de cada jornada suya espiada eran públicos o privados o cuántas personas los conocían. Rara estrategia. Lo llamativo no es en calidad de qué actuaba Cobo en cada minuto, sino en función de qué órdenes y labor estaba siendo seguido por los espías. Es público que José Luis Rodríguez ...

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El strip-tease que practicó como testigo en sede judicial el vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, para evidenciar que los partes del espionaje coincidían con su agenda pública y privada destapó un extraño olor en repetidas preguntas de sus interrogadores. Parecían encaminadas a saber si los actos que detallaba de cada jornada suya espiada eran públicos o privados o cuántas personas los conocían. Rara estrategia. Lo llamativo no es en calidad de qué actuaba Cobo en cada minuto, sino en función de qué órdenes y labor estaba siendo seguido por los espías. Es público que José Luis Rodríguez Zapatero reside en La Moncloa. Pero si se hallaran partes de agentes públicos que no tienen por misión protegerlo detallando sus entradas y salidas o cualesquiera de sus actos sería un caso claro de espionaje. El viaje a Colombia de Ignacio González, vicepresidente del Gobierno de Esperanza Aguirre, era público, sin embargo, denunció que fue objeto de espionaje.

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El falso dilema de si lo espiado era un acto público o privado es peor que irrelevante: busca confundir sobre lo sucedido. Lo sustancial es que nadie -salvo escoltas y espías- sabe a qué hora sale de su domicilio Cobo; ni a qué hora llega a su despacho; ni a qué hora exacta sale de Génova, 13, cuartel general del PP, por publicitado que esté el comité ejecutivo del partido al que haya acudido.

En la vida del abogado de los presuntos espías y de la juez del caso hay actos públicos y privados, anodinos o no, pero sin duda les inquietaría verlos reflejados en un papel. Y con un nivel de detalle similar al de cualquier parte de seguimiento policial. Ninguno tiene pluma cervantina. Todos son igual de telegráficos y de simples, o si se prefiere -en terminología del Gobierno de Aguirre y afines-, de "chapuceros". El agente o espía simplemente anota lo que ve o lo que deja de ver. Gürtel ofrece ejemplos de que la prosa policial no es más abundante ni florida cuando se vigila a delincuentes. La pregunta no es cuánta gente supo del viaje privado de Cobo a Zaragoza, sino por qué le buscaban infructuosamente los espías en Madrid, tanto en su domicilio como en su despacho. Y cómo supieron por qué puerta entraba el coche del vicealcalde en el Ayuntamiento, cómo averiguaron adónde se dirigía después a aparcar, y qué burbuja de seguridad utilizaba en sus desplazamientos y en su domicilio... Si quienes seguían en abril de 2008 todos sus pasos hubieran sido terroristas, ¿sería crucial si lo acechaban en actos públicos o privados o cuánta gente manejaba su agenda? No es Cobo, la víctima, quien debe explicar qué hacía. Son sus espías quienes deberán aclarar, si sus posicionamientos telefónicos les remata, por qué fueron su sombra y por orden de quién.

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