Reportaje:

La sucesión como arma

Con su silencio, el presidente quiere sacar ventaja del debate sobre su presentación como candidato electoral

Desde que José María Aznar dijera la pasada semana que José Luis Rodríguez Zapatero se había comprometido a no optar por una tercera legislatura, los medios de comunicación han revuelto sus hemerotecas a la búsqueda de una declaración del presidente del Gobierno que avalara lo dicho por el ex presidente. Pero nada ha aparecido.

Todo lo más que hay, y no en las hemerotecas, son algunos testimonios como el de un grupo de periodistas que, el 29 de junio de 2004, al regreso de un viaje de Estambul al poco de ser investido presidente, fueron testigos de que Zapatero comentó su simpatía con l...

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Desde que José María Aznar dijera la pasada semana que José Luis Rodríguez Zapatero se había comprometido a no optar por una tercera legislatura, los medios de comunicación han revuelto sus hemerotecas a la búsqueda de una declaración del presidente del Gobierno que avalara lo dicho por el ex presidente. Pero nada ha aparecido.

Todo lo más que hay, y no en las hemerotecas, son algunos testimonios como el de un grupo de periodistas que, el 29 de junio de 2004, al regreso de un viaje de Estambul al poco de ser investido presidente, fueron testigos de que Zapatero comentó su simpatía con la decisión de Aznar de agotar las dos legislaturas y no volver a presentarse a una tercera por lo que tenía de salud democrática. Pero no llegó a comprometerse con ella.

El anuncio tendrá más impacto si lo hace cuando se note la salida de la crisis
Zapatero quiere justificar en el PSOE la conveniencia de presentarse otra vez
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La cautela de Zapatero le ha evitado meterse en un lío. Las circunstancias en que Aznar rechazó su tercera candidatura son distintas de las que hoy afronta Zapatero. Aznar anunció su retirada, en la mitad de su segunda legislatura, en pleno auge económico y con las encuestas volcadas a su favor. Zapatero afronta la mitad de su segunda legislatura en recesión económica y con las encuestas electorales, desde el pasado mes de mayo, en contra.

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En esas condiciones y ante la presión mediática, son muchos los dirigentes del PSOE que le han pedido que despeje la incertidumbre y anuncie su decisión cuanto antes, como el secretario general de los socialistas madrileños, Tomás Gómez; el presidente de la Generalitat, José Montilla, y el lehendakari, Patxi López. "Puede y debe ser el candidato", dijo López rotundamente la pasada semana en Madrid.

El entorno más inmediato de Zapatero asegura, en privado y en público, que el debate es absurdo porque el presidente se va a volver a presentar en 2012. Así lo han dicho el número dos del PSOE, José Blanco, la secretaria de Organización, Leire Pajín, el portavoz parlamentario, José Antonio Alonso, y la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. "A Zapatero lo va a suceder Zapatero", dice machaconamente Blanco.

Uno de los colaboradores más próximos a Zapatero, y además amigo, lo argumenta: "Si la situación socioeconómica y las expectativas políticas mejoran el próximo año, no le quedará más remedio que presentarse. Y si no mejoran, tampoco podrá irse, porque un capitán no puede abandonar el barco si está en apuros. Aunque le pueda pesar el factor familiar, es no conocer a Zapatero pensar que si las cosas no van bien, va a rehuir dar la cara y no querer arriesgarse a perder".

Pero, entonces ¿por qué no lo hace público? ¿Qué dice el propio Zapatero? Lo que dice es que va respetar los tiempos y que, así como no se proclamarán los candidatos para las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2011 hasta pasado el verano, no se va a pronunciar sobre su candidatura hasta después de la celebración de esas elecciones, es decir, hasta avanzado el año próximo.

El respeto a los tiempos es para Zapatero un arma política que no quiere derrochar. Ésa es la clave de su silencio. Aún queda mucho tiempo, más de dos años, para la celebración de las elecciones generales. De aquí a entonces, hay muchas incógnitas políticas por despejar que pueden condicionar el modo de presentar la decisión y, en último extremo, hasta la propia decisión: la situación socioeconómica, el resultado de las elecciones municipales y autonómicas, la distancia entre el PSOE y el PP o la valoración del propio Zapatero. Cualquier decisión sobre su candidatura, sin disponer de esos datos, sería precipitada.

Esta actitud de Zapatero es también válida para su relación con el PSOE. El presidente, dicen en su entorno más próximo, cree que el partido socialista tiene derecho a juzgar su actitud en estos casi dos años cruciales en los que España se juega su salida a la crisis.

A día de hoy, los dirigentes del PSOE siguen pensando que Zapatero es el principal activo con el que cuentan, pese a que su imagen se ha deteriorado a causa de la crisis. Dentro del PSOE nadie se postula para el puesto ni se percibe la posibilidad de un candidato alternativo. Tampoco hay un debate sucesorio.

Pero Zapatero quiere afianzar esa situación. El anuncio de su candidatura, aseguran sus íntimos, tendrá mucho más impacto si lo formaliza poco antes de las elecciones, cuando ya se empiecen a percibir los resultados de la lucha contra la crisis, que a mitad de legislatura. Zapatero quiere justificar ante el partido la conveniencia de presentarse de nuevo o, en caso de que todo fuera muy mal, hasta la inconveniencia, aunque en la dirección del PSOE no se contempla esta última hipótesis.

Otro factor del silencio de Zapatero, y no menor, es que la incertidumbre sobre el candidato descoloca al PP, que puede dudar en diversificar los ataques ante la hipótesis de que finalmente el candidato no sea Zapatero.

SCIAMMARELLA

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