Columna

Todo lo que odio

Sé que éste no es un espacio para la crítica cinematográfica pero lo que sigue tampoco es una crítica. Se trata más bien de un grito de auxilio en medio del desierto, de un alarido discordante dentro de un acuerdo inaudito. Es una protesta, un pataleo, un "estáis ciegos, no os dais cuenta de que os están timando".

Hace poco he visto la comedia romántica (500) días juntos, una cinta que entusiasma a quien la ve y que previsiblemente va a ganar un puñado de premios, ya que tanto los críticos norteamericanos como los galardones más o menos indies están señalándola como una de...

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Sé que éste no es un espacio para la crítica cinematográfica pero lo que sigue tampoco es una crítica. Se trata más bien de un grito de auxilio en medio del desierto, de un alarido discordante dentro de un acuerdo inaudito. Es una protesta, un pataleo, un "estáis ciegos, no os dais cuenta de que os están timando".

Hace poco he visto la comedia romántica (500) días juntos, una cinta que entusiasma a quien la ve y que previsiblemente va a ganar un puñado de premios, ya que tanto los críticos norteamericanos como los galardones más o menos indies están señalándola como una de las mejores películas del año. Y la vi, y me provocó ardor de estómago. No me gustó nada pero el entusiasmo del resto del planeta me llevó a posicionarme de manera más radical: os equivocáis, la película es un truño, la aborrezco y representa todo lo que odio.

Calificativos como "auténtica" o "real" salen de la boca de aquellos que la han contemplado. Para mí es una película falsa, impostada, artificial, desesperadamente moderna, rancia, esnob... y podría seguir con los adjetivos, pero para qué poner adjetivos cuando existen los argumentos.

La primera razón por la que odio (500) días juntos es porque va de auténtica y no es más que el sueño de un moderno con pose: la manera en que el amor empieza a florecer en la pareja es porque él lleva demasiado alto en su Ipod una canción de los Smiths. En vez de ingeniárselas para crear una compatibilidad o una complicidad más currada, el guionista ha decidido tirar de referencia cultural trendy para acercar a los personajes. Y ahí no queda la cosa: pedanterías como el compartido gusto por Magritte o Cezanne pueblan el proceso de acercamiento de los protagonistas. Ese tipo de trucos es al guión lo que las salchichas del Lidl a la alta cocina.

La segunda razón es la dudosa comedia que surge de su provocación de todo a 100. Los protas van a una exposición de arte moderno y contemplan una obra que consiste en un resto fecal o gritan repetidamente la palabra "pene" en un parque para el escándalo de los paseantes. Son ideas que habrían sido prometedoras para un cortometraje dirigido por un chaval de 14 años en el año 1991, pero que en una película actual dan vergüenza ajena.

En tercer lugar, la película contiene uno de los personajes más infectos de la Historia del Cine. Hablo de la hermana pequeña del protagonista, una niña que va de madura y da consejos a su hermano veinteañero. Si hay algo peor que el estereotipo de "la anciana enrollada" es el tópico del niño maduro para su edad. Se me ocurre una cuarta razón (la aleatoria y absurda alteración del orden temporal), una quinta (la ramplona metáfora de la profesión del protagonista: escribe tarjetas de felicitación, pero es incapaz de ser feliz él), una sexta (la voz en off que subraya, sobreexplica, empalaga)... Pero prefiero no seguir enumerando y recomendar una comedia romántica tierna, divertida, auténtica y brillante. Se titula Adventureland y todavía está en algunas salas actualmente.

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