Cartas al director

Un hombre de luz

En la vida a veces pasan cerca personas de luz, escasas y escondidas. Seres humanos sabios que por distintas razones han alcanzado un estadio superior en su pensamiento, en su bondad, en sus creencias. Ciudadanos de amor y bien llamados a abrir caminos de entendimiento, fe y humanidad. También de cerrar ignorancias, sectarismos, intolerancia. Antonio Beristain fue uno de estos hombres que se alimentan de las heridas luminosas. Estas cosas que todos los días nos pasan a todos: sufrimientos, decepciones, limitaciones, problemas, que deben servir por lo menos para crear algo diferente, nuevo, esp...

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En la vida a veces pasan cerca personas de luz, escasas y escondidas. Seres humanos sabios que por distintas razones han alcanzado un estadio superior en su pensamiento, en su bondad, en sus creencias. Ciudadanos de amor y bien llamados a abrir caminos de entendimiento, fe y humanidad. También de cerrar ignorancias, sectarismos, intolerancia. Antonio Beristain fue uno de estos hombres que se alimentan de las heridas luminosas. Estas cosas que todos los días nos pasan a todos: sufrimientos, decepciones, limitaciones, problemas, que deben servir por lo menos para crear algo diferente, nuevo, esperanzado. Pensando en él no entiendo lo que escribo, sé que escribo como él me enseñó a pensar, a través de un misterio que a veces enoja y, otras muchas, consuela. Lo vivo desde un agnosticismo creyente y una fe ciega en las posibilidades del ser humano. Antonio nos enseñó lo mejor y lo más difícil. Pertenecía al club de los desamparados en el País Vasco, alejado del poder político y religioso. Cómo le honra su trayectoria. En un día triste y glorioso porque ya está en paz y sosiego, no podemos sino agradecer su cercanía, su terquedad y su inmenso e incondicional cariño a todas las víctimas del terrorismo y a todos los seres necesitados de un poco de compasión. Nadie puede llenar el hueco que nos dejas.

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