Análisis:EL ACENTO

La finca de la presidenta

Un periodista de Telemadrid recibió hace algunas noches

un empujón, una patada o cualquier otro tipo

de agresión que le ha llevado al hospital. Dura condena y absoluto rechazo, sin matices de ningún tipo, del violento agresor. A raíz de la desafortunada gresca,

la prensa, la radio y la televisión de la caverna -y hay mucha- han vuelto a reeditar el ridículo que ya hicieran hace algunos años con el inefable secuestro

de otro periodista de

la misma cuerda. Nada sorprendente: el prestigio que da el respeto a los hechos nunca ha adornado sus cabeceras. Allá ellos...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Un periodista de Telemadrid recibió hace algunas noches

un empujón, una patada o cualquier otro tipo

de agresión que le ha llevado al hospital. Dura condena y absoluto rechazo, sin matices de ningún tipo, del violento agresor. A raíz de la desafortunada gresca,

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

la prensa, la radio y la televisión de la caverna -y hay mucha- han vuelto a reeditar el ridículo que ya hicieran hace algunos años con el inefable secuestro

de otro periodista de

la misma cuerda. Nada sorprendente: el prestigio que da el respeto a los hechos nunca ha adornado sus cabeceras. Allá ellos con el trago de hacer pasar por heroicidad lo que no fue más que una pelea nocturna en

un determinado lugar

y a unas determinadas horas.

Otra cosa es la actitud de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y sus acólitos, obedientes monaguillos siempre dispuestos a tocar la campanilla cuando se les ordene. Acostumbra la señora Aguirre a confundir categorías. Debe entender que la Comunidad de Madrid no es una finca propiedad particular, ni los ciudadanos que en ella habitan los súbditos de su majeza. Ella es la presidenta del golpeado, claro, pero también debe entender que ha de serlo del presentador de televisión contra el que ha arremetido, en una maniobra ruin, dejando caer alguna difusa culpa en la agresión. El cargo institucional que ostenta obliga a Esperanza Aguirre a

un respeto y un cuidado que, una vez más, y ya son muchas, vulnera.

Como lo hace su televisión particular, videoclub de su cortijo. La información (¿?) que ha facilitado sobre el singular incidente debería figurar en los anales de la más burda manipulación, con todos los gurús mediáticos

de la casa lanzados a una grotesca carrera

de disparates e imprudentes acusaciones en tertulias surrealistas. Casi tanto como el insultante tratamiento que ha dado Telemadrid a la manifestación del domingo pasado de los sindicatos. Hay que recordar a Aguirre y sus leales, ya resignados a su escandalosa ignorancia del concepto de servicio público, que al menos tengan en cuenta que las decenas

de millones que pierden con tan liberal gestión

las pagamos todos los ciudadanos. Afiliados o no

al PP.

Archivado En