Análisis:EL ACENTO

Auto de exculpación

En otros tiempos, las memorias y las autobiografías políticas se concebían como textos útiles para aclarar decisiones polémicas o difundir información histórica de primera mano. Hoy, la costumbre arraigada es publicar píldoras insulsas de carácter exculpatorio o incriminador. Sarah Palin, ex gobernadora de Alaska y candidata a la vicepresidencia en la candidatura de John McCain, se ha sumado a la moda editorial con un libro titulado Going rogue, an american life (Rebelarse, una vida americana), escrito con la ayuda de Lynn Vicent. No es probable que nadie confunda a Palin con una...

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En otros tiempos, las memorias y las autobiografías políticas se concebían como textos útiles para aclarar decisiones polémicas o difundir información histórica de primera mano. Hoy, la costumbre arraigada es publicar píldoras insulsas de carácter exculpatorio o incriminador. Sarah Palin, ex gobernadora de Alaska y candidata a la vicepresidencia en la candidatura de John McCain, se ha sumado a la moda editorial con un libro titulado Going rogue, an american life (Rebelarse, una vida americana), escrito con la ayuda de Lynn Vicent. No es probable que nadie confunda a Palin con una rebelde; ni Tina Fey, mordaz guionista y doble de la ex gobernadora en Saturday night live, osaría explotar ese contrasentido. Durante la campaña presidencial, Slavoj Zizek atribuyó a la pujante Sarah la imagen de "una nueva feminidad, castradora pero no fálica". Tan apabullante identificación quizá fuera verosímil en el excitante fragor de la lucha presidencial. A ella se debe la despectiva y perspicaz descripción de Obama como "un voluntario social". Pero la Palin actual ha perdido esa identidad.

Rebelarse es, en primera instancia, un catálogo de justificaciones y una declaración de indisimulado resentimiento. La ex alcaldesa de Wasilla acusa a quien dirigió la campaña de McCain de "desorganizado, derrotista y contradictorio". El reo señalado es Steve Schmidt, jefe de la campaña republicana. No se mencionan la notoria incapacidad de McCain para despertar entusiasmo o la magra cosecha de votos que consiguieron los retablos familiares (ella, su marido Todd, sus hijos) paseados desde Boston a San Francisco por todos los mítines republicanos como la sagrada familia americana. La explicación de ese fracaso sí hubiese sido morbosa.

Palin, en segunda instancia, ha perdido el tren de la presidencia. Muchos votantes americanos defienden el creacionismo, se apuntan a la Asociación del Rifle y creen en la posesión diabólica; pero tienen instinto suficiente para detectar las carencias abismales de Sarah. Ahora tienen la oportunidad de medirlas en Rebelarse.

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