A puerta cerrada
En junio de 1970, Richard Matheson, autor de Soy leyenda, escribió en Playboy el relato Button, Button, miniatura negrísima que planteaba un perverso dilema moral y apuntaba a la incomunicación como lacra medular de la modernidad. La revitalización de la clásica serie The twilight zone a mediados de los ochenta adaptó el relato: a Matheson le irritaron las variaciones con respecto al original -que desestimaban, precisamente, esa alusión a la incomunicación en la esfera doméstica en favor de un golpe de efecto más convencional, aunque sumamente eficaz- y decidió reti...
En junio de 1970, Richard Matheson, autor de Soy leyenda, escribió en Playboy el relato Button, Button, miniatura negrísima que planteaba un perverso dilema moral y apuntaba a la incomunicación como lacra medular de la modernidad. La revitalización de la clásica serie The twilight zone a mediados de los ochenta adaptó el relato: a Matheson le irritaron las variaciones con respecto al original -que desestimaban, precisamente, esa alusión a la incomunicación en la esfera doméstica en favor de un golpe de efecto más convencional, aunque sumamente eficaz- y decidió retirar su nombre de los créditos. No sabe este crítico lo que pensará Matheson de la amplificatio de su materia prima literaria que propone Richard Kelly en The box -película que integra, en buena medida, las dos versiones del relato y añade abundante aliño de cosecha propia-, pero lo cierto es que este tercer largometraje del autor de Donnie Darko (2001) es una de las propuestas más ambiciosas, extrañas, imprevisibles y cerebrales del reciente cine fantástico.
THE BOX
Dirección: Richard Kelly. Intérpretes: Cameron Diaz, James Marsden, Frank Langella, James Rebhorn, Sam Oz Stone.
Género: fantástico. EE UU, 2009.
Duración: 115 minutos.
Se basa en un texto de Matheson, con un perverso dilema moral
Híbrido de claustrofóbica cinta de terror y desafiante pieza de ciencia-ficción, The box ubica su trama en el entorno profesional de la NASA en los años setenta. Sus protagonistas -un matrimonio en apuros económicos- se topan con una enigmática presencia que parece tan familiarizada con la filosofía moral de Adam Smith como con el A puerta cerrada, de Sartre. El control de la atmósfera por parte del director, el inventivo uso de la banda sonora -firmada por el grupo Arcade Fire- y un reparto entregado con convicción a la propuesta aíslan a The box en un lugar de privilegio, a salvo de las inercias de estilo, efectismos y lugares comunes que suelen impedir que lo fantástico alce el vuelo.