Columna

¿Qué proponen?

Las elecciones no las gana la oposición sino que las pierde el Gobierno. No sé si esta frase es original de Rajoy, pero se le atribuye al dirigente de la derecha española. Consecuente con esa tesis y convencido de que en España sólo se producen cambios en medio de una gran crispación social, Mariano Rajoy ha decidido hace tiempo sustituir los datos y los argumentos por la difamación, la mentira y la criminalización del adversario.

Esta estrategia de tierra quemada, letal para el prestigio de las instituciones, que impulsa el PP ha encontrado en Núñez Feijóo un discípulo aventajado. El p...

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Las elecciones no las gana la oposición sino que las pierde el Gobierno. No sé si esta frase es original de Rajoy, pero se le atribuye al dirigente de la derecha española. Consecuente con esa tesis y convencido de que en España sólo se producen cambios en medio de una gran crispación social, Mariano Rajoy ha decidido hace tiempo sustituir los datos y los argumentos por la difamación, la mentira y la criminalización del adversario.

Esta estrategia de tierra quemada, letal para el prestigio de las instituciones, que impulsa el PP ha encontrado en Núñez Feijóo un discípulo aventajado. El presidente de la Xunta la ha aplicado con momentáneo éxito en la campaña electoral que le llevó al poder el 1-M, y creyendo que ha encontrado la piedra filosofal ha renunciado a cualquier proyecto político articulado, al que ha sustituido por la descalificación y destrucción del adversario.

El gasto social de la Xunta baja en 100 millones tras anunciar Feijóo que crecería

Pese a que desde hace meses sigo con toda atención la evolución de los acontecimientos en el PP, debo confesar, apriorismos políticos aparte, que no he sido capaz de detectar cuál es el proyecto político de la derecha española, cuáles sus objetivos y prioridades, salvo el ya citado de retornar al poder a cualquier precio o de mantenerlo donde, como en Galicia, lo detenta. Cada vez que hablan los líderes de la derecha o sus portavoces mediáticos, tanto en España como en Galicia, sólo se escuchan soflamas incendiarias o inaceptables anatemas. Pero resulta difícil advertir en sus proclamas siquiera indicios de una alternativa política coherente.

Algunos ejemplos servirán para ilustrar lo que vengo de afirmar. En efecto, en el debate de los Presupuestos del Estado celebrado hace unos días, Rajoy proclamaba eufórico que era un hombre político previsible y que, bajo su hipotético mandato, se rebajarían los impuestos, se reduciría el gasto público y se combatiría con eficacia el déficit y la deuda. Pues bien, coincidiendo en el tiempo con este celebrado discurso de Rajoy en el Congreso, Núñez Feijóo presentaba el proyecto de Presupuestos de la Xunta, en el cual se renunciaba a la bajada de impuestos, en contradicción con lo que había prometido solemnemente en la campaña electoral, y recurría al déficit y a la deuda pública, hasta el nivel más alto permitido legalmente, para financiarlo. ¿Resultan creíbles estos dirigentes?

Hace aproximadamente un mes, el presidente de la Xunta anunciaba que el próximo año la economía gallega crecería un 0,7% del PIB. Pero, cuatro semanas después, al presentar el cuadro macroeconómico de los Presupuestos, la previsión inicial se había reducido al 0,2%. Lo mismo cabría decir del compromiso que el presidente adquirió al anunciar que el gasto social crecería este año incluso en términos absolutos. La realidad es que en el actual presupuesto ese gasto disminuye en cerca de 100 millones de euros, y no contento con esto, el Gobierno gallego ha retirado el complemento de 200 euros a las pensiones no contributivas que había instaurado el bipartito. ¿No es ésta una exhibición de improvisación e imprevisión del mismo calibre de la que el PP acusa, un día sí y otro también, al Gobierno de Zapatero?

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En el último debate cara a cara entre Rajoy y Zapatero con motivo de las últimas elecciones generales, y ante más de 12 millones de espectadores, Rajoy acusó al candidato socialista de ocultar o de desconocer la dimensión de la crisis que se nos venía encima. Pero, a renglón seguido, el inefable líder de la derecha española prometía bajar los impuestos, crear dos millones de puestos de trabajo y 300.000 plazas de guarderías.¿Cómo se puede tomar en serio a semejante personaje?

Huérfano de un proyecto político alternativo, acorralado por una trama de corrupción que lo penetra hasta el tuétano y destrozado por una lucha caínita por el poder, el PP puede perder de nuevo, pese al deterioro del Gobierno, la oportunidad de llegar al poder. Porque Rajoy -y Feijóo- deben tener conciencia de que en una democracia consolidada, un Gobierno, por mucho desgaste que sufra, no se desmorona si no existe una alternativa sólida y solvente para sustituirlo. Y ésta, hoy por hoy, no se percibe.

Así pues, en vez de dedicarse a hacer malos chistes y a proferir insultos inaceptables, tanto el presidente del PP como el de la Xunta deberían esforzarse en formular una propuesta política de la que hoy, evidentemente, carecen. De este modo, al menos, sabríamos qué demonios proponen.

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