Columna

Señor presidente, rectifique

Si Núñez Feijóo tiene la décima parte de la inteligencia política que le atribuyen sus acólitos, debería tomar buena nota de lo que sucedió el pasado domingo en Santiago de Compostela. Porque, en efecto, la marea humana -sin precedentes desde el Prestige- que el domingo desbordó las calles de la capital gallega tenía dos inequívocas características: la masiva participación ciudadana y la pluralidad social, política e ideológica de los integrantes de la impresionante demostración cívica.

Sería deseable que Feijóo no se equivocase a la hora de analizar la manifestación del domingo....

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Si Núñez Feijóo tiene la décima parte de la inteligencia política que le atribuyen sus acólitos, debería tomar buena nota de lo que sucedió el pasado domingo en Santiago de Compostela. Porque, en efecto, la marea humana -sin precedentes desde el Prestige- que el domingo desbordó las calles de la capital gallega tenía dos inequívocas características: la masiva participación ciudadana y la pluralidad social, política e ideológica de los integrantes de la impresionante demostración cívica.

Sería deseable que Feijóo no se equivocase a la hora de analizar la manifestación del domingo. Porque si lo hace no sólo llevará al país a una seria división, sino que estará contribuyendo a crear dos polos políticos antagónicos e irreconciliables, algo incompatible con la buena salud de una democracia moderna. Es lo que suele suceder cuando, como ahora hace Feijóo, se rompen los consensos políticos y sociales sobre las señas de identidad que, como el idioma, definen a una comunidad política. La cosa es todavía más grave si se considera que los consensos lingüísticos que ahora pretende romper Feijóo se fraguaron bajo gobiernos conservadores presididos por Fernández Albor y Fraga Iribarne. Por eso el presidente de la Xunta no debe extrañarse cuando amplios sectores sociales lo sitúan, en el tratamiento de estas cuestiones, en los terrenos de la derecha más extrema.

Tengo la impresión de que Feijóo es víctima del espejismo que llevó a la derrota al bipartito

Posiblemente, el mayor error que cometió el bipartito en la pasada legislatura haya sido pensar que tras su apretada victoria electoral, la derecha -sin gobierno, sin presupuestos, sin DOG y sin CRTVG- entraría en una fase de descomposición compulsiva que la alejaría del poder durante muchos años. Y, creyendo que todo el monte era orégano, renunció a las reformas estructurales que necesitaba Galicia en favor de políticas clientelares diseñadas en función de las necesidades electorales del Gobierno a corto plazo. Pero, como pudo comprobarse el 1-M, el PP no sólo se sustentaba en los resortes del poder -que desde luego ayudaban-, sino en una sólida implantación social que a la primera oportunidad volvió a expresarse políticamente.

Tengo la impresión de que el presidente Feijóo está siendo víctima del mismo espejismo que llevó a la derrota al bipartito. Ignorando que su victoria, aunque indiscutible, fue precaria -menos votos que la oposición y un solo diputado de diferencia-, Núñez Feijóo ha interpretado su mayoría absoluta de forma totalizadora y, consecuentemente, aspira a construir un régimen, es decir, un dominio sobre cualquier otro poder significativo, sea político, económico, social o mediático. Porque un régimen es, en efecto, una forma de gobernar que como ocurría con los gobiernos de Fraga, de los que Feijóo formó parte, rompe de hecho con la tradición parlamentaria, que fue concebida precisamente para que la oposición fuese siempre una alternativa factible, y para que el poder político y social estuviesen repartidos, equilibrados y se controlasen entre sí.

Conocidos los antecedentes de su partido, sería necesario que Núñez Feijóo demostrase con hechos que comprende que la mayoría electoral, que legitima para gobernar, no desposee a la oposición de sus derechos, ni puede limitar la capacidad de los ciudadanos a expresar su opinión, como hicieron el domingo decenas de miles de gallegos, respecto a la acción del Gobierno.

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No estaría de más que alguien hiciera llegar a Núñez Feijóo las reflexiones del ex presidente de la República Española: "El mayor desastre que puede cometerse en la acción es conducirla como si se tuviera la omnipotente en la mano y la eternidad por delante. Todo es limitado, temporal, a la medida del hombre. Nada lo es tanto como el poder" (Manuel Azaña. La velada en Benicarló).

Núñez Feijóo debe ser consciente de que en Galicia, pese a su victoria electoral, existe un poderoso movimiento cívico que no está dispuesto a abdicar de sus compromisos con el progreso del país. Al contrario, tiene conciencia que de no haber forcejeado con lo ya dado, de haberlo asumido fatalmente, el género humano no hubiese prosperado jamás. De no haber sido por el esfuerzo de hombres y mujeres como los que el domingo inundaron las calles de Santiago, todos los líderes reaccionarios que nos son contemporáneos, Feijóo incluido, aún llevarían una argolla en el cuello y trabajarían en la construcción de pirámides ajenas.

Señor presidente, por el bien de todos, rectifique.

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