Análisis:EL ACENTO

Los asesinaron dos veces

El general polaco se dirige a los oficiales recluidos en un monasterio. A los soldados les habla de la derrota y les emplaza a seguir luchando cuando regresen a casa. Después, se dirige a los reservistas. A "los ingenieros, científicos, profesores, abogados" les pide que resistan, porque sin ellos "no habrá una Polonia libre". Pasada la mitad de la película, la directora del instituto de Cracovia lo repite como afirmación. "Nunca habrá una Polonia libre". Es la hermana de un ingeniero aeronáutico asesinado por los servicios secretos soviéticos en el bosque de Katyn. Uno de los 20.000. El direc...

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El general polaco se dirige a los oficiales recluidos en un monasterio. A los soldados les habla de la derrota y les emplaza a seguir luchando cuando regresen a casa. Después, se dirige a los reservistas. A "los ingenieros, científicos, profesores, abogados" les pide que resistan, porque sin ellos "no habrá una Polonia libre". Pasada la mitad de la película, la directora del instituto de Cracovia lo repite como afirmación. "Nunca habrá una Polonia libre". Es la hermana de un ingeniero aeronáutico asesinado por los servicios secretos soviéticos en el bosque de Katyn. Uno de los 20.000. El director Andrzej Wajda reserva los últimos 20 minutos de su película Katyn para mostrar, con la misma frialdad funcionarial de los agentes del NKVD,

la matanza de la intelligentsia polaca a manos del régimen estalinista. El tiro en la nuca como rúbrica de los anhelos totalitarios.

El de Katyn, dice Wajda, fue un crimen doble. Primero, la matanza cobarde y metódica de una oficialidad vencida e indefensa, asaltada en el oeste por la Alemania de Hitler y en el este por el Ejército Rojo de Stalin.

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Las ejecuciones de Katyn son inseparables de la traición a los polacos y del siniestro pacto secreto de los dos dictadores para repartirse el territorio que separaba sus ambiciones imperiales. Los nazis metieron a la élite polaca en las cámaras de gas que construyeron en su territorio. En su pedazo del pastel recién repartido, los soviéticos volaron en 1940 la cabeza de Polonia disparando en la de sus más capaces. Hitler quería esclavizar a los polacos como "raza inferior" y Stalin los subyugó liquidando

a su clase intelectual. Después vino la mentira.

El segundo crimen, dice también Wajda, fueron los 50 años en los que Katyn debía ser "un secreto y una mentira". Muchos estaban en el secreto: Katyn fue obra de Stalin. La mentira, repetida en el bloque soviético en libros de texto, películas y manuales de historia hasta 1990, decía que fue uno más de los horrores nazis. Así rezaba el mantra de los estalinistas y otros obedientes que en nombre del sentido de la historia pisotearon la verdad y la memoria de aquellos muertos del bosque de Katyn.

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