Cartas al director

Las ilusiones de Copenhague

La espera fue muy intensa. Todos los ojos miraban hacia Copenhague expectantes ante la decisión final. La ilusión y la esperanza pudieron al racionalismo y a la lógica, hasta los escépticos terminaron creyendo ebrios de tantas corazonadas. Madrid y una gran parte de la población española levantaron sus manos con las palmas abiertas invitando a venir a los Juegos Olímpicos de 2016. La expectación se hizo ilusión.

La decepción fue mayúscula cuando de aquel sobre salió el nombre de Río de Janeiro: la lógica y la razón volvieron a instalarse en la cabeza de los españoles. La mayoría decidie...

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La espera fue muy intensa. Todos los ojos miraban hacia Copenhague expectantes ante la decisión final. La ilusión y la esperanza pudieron al racionalismo y a la lógica, hasta los escépticos terminaron creyendo ebrios de tantas corazonadas. Madrid y una gran parte de la población española levantaron sus manos con las palmas abiertas invitando a venir a los Juegos Olímpicos de 2016. La expectación se hizo ilusión.

La decepción fue mayúscula cuando de aquel sobre salió el nombre de Río de Janeiro: la lógica y la razón volvieron a instalarse en la cabeza de los españoles. La mayoría decidieron pasar página lo más rápido posible y volver a sus problemas cotidianos. La capital danesa se borró de sus cabezas. Quizás en el 2020. O quizás no. Nadie sabe cómo estará dentro de 10 años.

Nadie lo sabe porque el 7 de diciembre en Copenhague se dará lugar la cita más importante de la historia actual. No atañe al olimpismo, ni a Madrid, atañe al problema más grave que tiene la humanidad: el cambio climático. La unión, la fuerza, la esperanza que ha demostrado la sociedad acerca de un acto como la elección de una sede olímpica no se da cuando se habla de la destrucción de la tierra. Los científicos no tienen corazonadas, ellos afirman que queda poco.

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