Análisis:EL ACENTO

Cobrar por ir a clase

Francia, el modelo mundial de enseñanza pública, se enfrenta, como toda Europa, al problema del absentismo escolar, contra el que ha comenzado a poner a prueba un plan experimental de subvención al alumnado por llegar puntual a clase y, suponemos, no insultar ni golpear a los profesores.

Tres liceos del Gran París han formado esta semana un fondo de 2.000 euros, incrementable hasta los 10.000, para aquellos alumnos o cursos que tengan la bondad de asistir a clase, y con ese dinero desarrollar actividades culturales, viajes, exposiciones o todo aquello que enaltezca a posteriori e...

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Francia, el modelo mundial de enseñanza pública, se enfrenta, como toda Europa, al problema del absentismo escolar, contra el que ha comenzado a poner a prueba un plan experimental de subvención al alumnado por llegar puntual a clase y, suponemos, no insultar ni golpear a los profesores.

Tres liceos del Gran París han formado esta semana un fondo de 2.000 euros, incrementable hasta los 10.000, para aquellos alumnos o cursos que tengan la bondad de asistir a clase, y con ese dinero desarrollar actividades culturales, viajes, exposiciones o todo aquello que enaltezca a posteriori el espíritu. Le llaman cagnotte, que es la apelación que se da al premio en lo alto de la cucaña. Tanto a derecha como izquierda, la Francia estatista, que aguanta contra viento y marea, truena contra el plan, acusándolo de ventajista y degradante. El proyecto se detiene, sin embargo, a un paso de despeñarse por lo que se conoce en ciencia política como individualismo posesivo, u otra forma de decir empirismo anglosajón. Un esquema similar, pero mucho más crudo, funciona desde el año pasado en el Reino Unido, donde alumnos de 16 a 18 años de familias de pocos recursos reciben un salario semanal y una prima anual por ir a las aulas.

El propio ministro francés de Educación, Luc Chatel, no se ha atrevido a desautorizar la iniciativa, a ver si así las aulas se medio llenan, pero se ha dado demasiada prisa en asegurar que no era idea suya como para que creamos que las tiene todas consigo.

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Nada hace que el plan sea recomendable para España. Un alumno que sólo vaya a clase porque le premien de manera tan mercenaria es el perfecto candidato para la frustración social, cuando compruebe que en la vida del currante raramente se recompensa la buena conducta.

La imagen que proyecta la idea francesa, la ausencia de ideas en España o el soborno a la británica, es la de una civilización que sufre fatiga de materiales, en la que el esfuerzo individual no se sanciona con una valoración cotidiana. Con este personal, Adam Smith nunca habría podido escribir La riqueza de las naciones.

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