La ciudad tras la decepción olímpica

Corazonada, pies calientes y cabeza fría

Hay corazonadas que acaban en angina de pecho. No todos los corazones están preparados para que les destrocen los sueños. Madrid está triste porque han roto su sueño de ser sede olímpica en 2016. Es cierto que vencimos a Barack Obama y al Imperio del Sol Naciente, pero de ahora en adelante muy poca gente aquí se fiará de ningún tipo de corazonadas. "Fallaste, corazón, no vuelvas a apostar. Maldito corazón...", lamenta la ranchera de Cuco Sánchez interpretada por centenares de artistas.

Claro que también es cierta la lapidaria frase de Maiakovski: "Arriesgarse es perderse un poco; no arr...

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Hay corazonadas que acaban en angina de pecho. No todos los corazones están preparados para que les destrocen los sueños. Madrid está triste porque han roto su sueño de ser sede olímpica en 2016. Es cierto que vencimos a Barack Obama y al Imperio del Sol Naciente, pero de ahora en adelante muy poca gente aquí se fiará de ningún tipo de corazonadas. "Fallaste, corazón, no vuelvas a apostar. Maldito corazón...", lamenta la ranchera de Cuco Sánchez interpretada por centenares de artistas.

Claro que también es cierta la lapidaria frase de Maiakovski: "Arriesgarse es perderse un poco; no arriesgarse es perderlo todo". Parece que Madrid volverá a competir para los Juegos Olímpicos de 2020. En esa ocasión es casi seguro que la sede estará en el continente europeo, pero habrá rivales tan serios como París o Roma. Para entonces no podemos ir de corazonadas sino de cabeza fría y pies calientes, astucia y datos.

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En realidad, nuestra capital ya tiene listas el 70% de las infraestructuras para unos Juegos Olímpicos. Si no fuera por la crisis, dentro de cinco años Madrid sería la ciudad del mundo más preparada para albergar una parada olímpica universal.

De todas formas, a pesar del fiasco final, hubo momentos en que la vida y Copenhague eran un sueño: el Rey, el presidente del Gobierno, el alcalde de Madrid, la presidenta de la Comunidad, el jefe de la oposición y otras personalices dispares estaban de acuerdo, contentos, se daban abrazos aparentemente sinceros y aquello parecía un ensueño, un espejismo. Pero como siempre hay alguien que estropea la unanimidad, es seguro que entre todos ellos había quienes, en secreto, se alegraron del fracaso por distintas razones.

Algo empieza a arder en los corrillos parlamentarios y en los bares: el futuro político de Alberto Ruiz-Gallardón, que había entregado su corazón a los Juegos de Madrid. Ya lleva mucho tiempo de alcalde y puede que empiece a cansarse de tanta monserga en su partido. En Génova no está el horno para bollos, o sí. ¿Qué hará este político purasangre en el futuro pluscuamperfecto?

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