Análisis:EL ACENTO

Sin palabras

Los amantes no necesitan decirse lo que sienten. Lo dice su actitud, sus gestos: cuando hay amor sobran las palabras, como dicen los cantantes. Pero la verdad es que también sobran cuando deja de haberlo. Si una relación ha naufragado, las palabras sólo sirven para disimularlo en la mitad de las ocasiones, y ni siquiera para eso en la otra mitad.

La gente arruga los ojos cuando no entiende algo, y los abre de par en par cuando lo entiende demasiado bien. Mete las manos bajo las axilas -si siente frío- y se las lleva a la cabeza -si sorpresa-, extiende el brazo como un torero para ceder ...

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Los amantes no necesitan decirse lo que sienten. Lo dice su actitud, sus gestos: cuando hay amor sobran las palabras, como dicen los cantantes. Pero la verdad es que también sobran cuando deja de haberlo. Si una relación ha naufragado, las palabras sólo sirven para disimularlo en la mitad de las ocasiones, y ni siquiera para eso en la otra mitad.

La gente arruga los ojos cuando no entiende algo, y los abre de par en par cuando lo entiende demasiado bien. Mete las manos bajo las axilas -si siente frío- y se las lleva a la cabeza -si sorpresa-, extiende el brazo como un torero para ceder el paso a otro, y lo alza como un guardia para cortárselo. En una cena, el pretendiente no suele sentarse junto a su objetivo, sino frente a él, y su cara mustia informará a todo el restaurante de que ha sido rechazado antes de los postres. Los humanos somos transparentes, pese a todo lo que salga de nuestra boca.

Gran parte de los signos externos con los que expresamos nuestras emociones son universales e inconscientes. Fue Darwin el primer científico en intuirlo, y también en documentar que gestos como "encogerse de hombros en señal de impotencia, o alzar las manos abiertas en signo de asombro" son producto de la evolución. Lo hizo en su libro de 1872 La expresión de las emociones en el hombre y los animales, al que todavía no le toca celebrar su 150º aniversario. Pero ya le tocará, porque esta obra es el fundamento de las modernas ciencias cognitivas. Darwin tenía razón también en esto.

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Y el antropólogo norteamericano Edward Hall, que acaba de morir a los 95 años, fue probablemente el gran continuador de esas investigaciones desde los años treinta. Vio que gran parte de la comunicación social depende del espacio y del tiempo: de la distancia que guarda una persona con otra, por ejemplo, o del tiempo que la hace esperar en una cita.

Hall empezó a trabajar en las reservas de los indios navajo y hopi, preguntándose cómo lograban entenderse entre ellos, cuando lo lograban, y a qué se debían sus malentendidos cuando no era así. Hall fue el pionero en la investigación del lenguaje no verbal. También luchó por Europa en la II Guerra Mundial, en el Cuerpo de Ingenieros del Ejército norteamericano.

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