Análisis:EL ACENTO

Los tigres ya lo saben

La actriz Tippi Hedren no escarmentó nunca. Tuvo que pasarlo en su día francamente mal en la película de Alfred Hitchcock, con todos esos pájaros bajando de las alturas y preparándose como un disciplinado batallón para lanzarse al ataque. No, no escarmentó, y en 2005 decidió ocuparse de los dos tigres que Michael Jackson tenía en el zoológico de su rancho de Neverland. Ahora no ha tenido más remedio que comunicarles la noticia a Thriller y a Sabu. "Me senté con ellos un rato y les hice saber que Michael había partido", contó la actriz a la agencia AFP, y añadió: "No se sabe qué t...

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La actriz Tippi Hedren no escarmentó nunca. Tuvo que pasarlo en su día francamente mal en la película de Alfred Hitchcock, con todos esos pájaros bajando de las alturas y preparándose como un disciplinado batallón para lanzarse al ataque. No, no escarmentó, y en 2005 decidió ocuparse de los dos tigres que Michael Jackson tenía en el zoológico de su rancho de Neverland. Ahora no ha tenido más remedio que comunicarles la noticia a Thriller y a Sabu. "Me senté con ellos un rato y les hice saber que Michael había partido", contó la actriz a la agencia AFP, y añadió: "No se sabe qué tipo de telepatía existe entre los hombres y los animales, pero espero que lo entendieran".

¿Rarezas, extravagancias? Ya nadie sabe qué pensar a propósito de los oscuros pasadizos del alma humana, y mucho menos ahora cuando salen a la luz los complicados mecanismos que operaban en el corazón del rey del pop. A Tippi Hedren también las experiencias de su vida la tocaron de distinta manera. Primero fueron los pájaros. Cuando se rodó la secuencia de la película en que ese disciplinado batallón de aves se lanza por fin al ataque, la actriz terminó exhausta, se derrumbó en medio del plató y se puso a llorar.

Volvió a llorar más tarde, pero en esa ocasión el susto fue mayor. Fue en 1981, cuando rodaba El gran rugido, una película que produjo ella misma y en la que actuaba también su hija, Melanie Griffith. Contaba la historia de un tal Hank, un zoólogo que compartía su vida con una pandilla de leones, tigres, leopardos, pumas y jaguares. El caso es que, también en el rodaje, a una docena de las fieras les dio por atacar a los que pasaban por ahí. Incluida la propia Tippi.

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Fue de ahí de donde surgió su idea de montar una reserva de animales para adoptar a cuantos fueran utilizados y luego abandonados por la gran industria del cine. Tiene ahora casi setenta de estos animalitos y sigue incorporando nuevos ejemplares. Insiste en que no pueden ser tratados como cachorros y advierte de que en los últimos cinco años unos 600 norteamericanos murieron por culpa de las garras de semejantes animales de compañía. Ella sabe cuidarlos bien, aunque de tanto en tanto tenga que darles una mala noticia.

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