Columna

Aló, president

Francisco Camps tiene problemas de comunicación. A pesar de los buenos resultados electorales; a pesar de las numerosas muestras de adhesión que se le han organizado; a pesar de la incontable estima que los suyos le profesan; a pesar de la televisión tan obsequiosa con que cuenta, lo cierto es que el president aún no convence a toda la población: quedan unos pocos irredentos que todavía se resisten. ¿Qué cosa le recomiendo? ¿Yo? Mis palabras son magro recurso para un mandatario que se vale de edecanes, de cortesanos y, en especial, de un consejero diligente que escribe en la prensa, que...

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Francisco Camps tiene problemas de comunicación. A pesar de los buenos resultados electorales; a pesar de las numerosas muestras de adhesión que se le han organizado; a pesar de la incontable estima que los suyos le profesan; a pesar de la televisión tan obsequiosa con que cuenta, lo cierto es que el president aún no convence a toda la población: quedan unos pocos irredentos que todavía se resisten. ¿Qué cosa le recomiendo? ¿Yo? Mis palabras son magro recurso para un mandatario que se vale de edecanes, de cortesanos y, en especial, de un consejero diligente que escribe en la prensa, que dicta discursos radiofónicos, que reúne adeptos para salir en la foto. Por supuesto, me refiero a Rafael Blasco: su energía rinde frutos, pero no sé si todos los beneficios van a parar al president.

Digámoslo ya: Francisco Camps necesita un programa televisivo propio. Podría titularse algo así como Aló, president, semejante al Aló presidente de Hugo Chávez. Emitiría los domingos por la mañana, como el de Venezuela. El programa bolivariano comienza a las 11 horas, un momento idóneo si se quiere retener a los domingueros. Yo propongo que el Aló, president comience a las 8 horas: lo principal es madrugar. Eso sí: se iniciaría después de la retransmisión de la Santa Misa. La duración del programa de Chávez varía: puede alargarse unos noventa minutos, pero su media está en seis horas, dependiendo del estado de ánimo. Una buena comunicación se logra con firmeza, con interpelación. Eso es: la interpelación.

Aló, president facilitaría la comunicación directa, el diálogo franco. Por un lado, los televidentes deberían tener la oportunidad de intervenir en antena. Unas llamadas telefónicas bien escogidas servirían para mostrar el aprecio que el pueblo dispensa a su dirigente, con quien podría conversar campechanamente. Por otro lado, el primer mandatario valenciano debería tener la ocasión de anunciar las medidas políticas de su Gobierno: una comunicación sin intermediarios. Pero no solo esto: los consejeros de Francisco Camps se turnarían para asistir al plató. Allí podrían presenciar en directo el programa, respondiendo a las preguntas del president.

Parafraseemos a Chávez: "Ustedes saben dónde estamos. Miren allá. ¿Qué ven? Un túnel, ¿verdad? Un túnel prácticamente acabado que es un lujo de la ingeniería. A ver, Blasco, usted mismo, dígame: ¿cuánto falta para que concluyan los trabajos?" El consejero de Inmigración y Ciudadanía, algo aturdido, comete un error, su primer error: "President, el túnel no es competencia mía, ni nuestra; es obra pública del Gobierno central: pertenece a la infraestructura del AVE". Camps le reprende: "No, Blasco. Ese túnel nos pertenece a todos, como el ferrocarril, la palanca del progreso. Ya lo veo, ya lo tenemos: el caballo de hierro en la huerta, qué digo, el caballo de acero. ¿Recuerda la copla, Blasco? Pues complétela".

Y así un día y otro día y otro también. De realizarse, el espacio televisivo mostraría el mejor perfil del president, su elocuencia, su poesía. ¿A través de qué medios debería pasarse? Por supuesto, la emisión en vivo sería por Canal 9 y la redifusión por los restantes canales autonómicos. Con un poco de suerte y si el primer mandatario valenciano no desfallece, la continuidad del programa podría alargarse lo mismo que dura el segundo canal valenciano: exactamente 24 hores. Inacabable, pues. Ánimo, president.

http://justoserna.wordpress.com

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