Nota de Selectividad
Soy profesor de enseñanza secundaria desde hace 14 años, todos ellos en el sistema público y enseñando Lengua Castellana y Literatura. Doce de ellos los he pasado enseñando en Cataluña y los dos últimos ya, por fin, trasladado a Aragón. Siempre he preparado alumnos de Bachillerato para la Selectividad.
En Cataluña, rara vez la nota de Selectividad de mis alumnos era muy inferior a la de clase. Al menos, los desastres eran anecdóticos, y a menudo comprensibles. Estos dos últimos años he asistido con estupor y rasgadura de carnes al espectáculo de las correcciones de la asignatura de Leng...
Soy profesor de enseñanza secundaria desde hace 14 años, todos ellos en el sistema público y enseñando Lengua Castellana y Literatura. Doce de ellos los he pasado enseñando en Cataluña y los dos últimos ya, por fin, trasladado a Aragón. Siempre he preparado alumnos de Bachillerato para la Selectividad.
En Cataluña, rara vez la nota de Selectividad de mis alumnos era muy inferior a la de clase. Al menos, los desastres eran anecdóticos, y a menudo comprensibles. Estos dos últimos años he asistido con estupor y rasgadura de carnes al espectáculo de las correcciones de la asignatura de Lengua en el distrito universitario de Zaragoza.
Mis actuales alumnos, que tienen un nivel de competencia en lengua española mucho mejor que las de mis antiguos pupilos catalanes, obtienen unas calificaciones paupérrimas, sonrojantes si las comparamos con otras asignaturas en nuestro mismo distrito universitario, y ultrajantes si se cotejan con las correcciones de la misma asignatura en otros distritos españoles.
Conozco las pautas de corrección, al menos de otros cursos, y, objetivamente, no las considero tan exigentes como para que den lugar a estos resultados. Nuestros alumnos entran al mismo saco de las notas de corte que el resto de los españoles. El Estado pone la ley; los propios aragoneses colocamos el embudo.