Columna

El don de la oportunidad

En política la gestión de la agenda es clave, pero todavía lo es más el tiempo. Un Gobierno a remolque o a destiempo acaba desenfocándose y eso es lo que le puede pasar al Gobierno catalán y, por extensión, a su socio en el Gobierno del Estado. Agendas y calendarios con intereses diferentes amenazan con desenfocar a los dos.

El presidente del Gobierno español llegó el martes a Barcelona para inaugurar una obra extraordinaria: una magnífica terminal que transforma la capacidad aeroportuaria de Barcelona y da a Cataluña una gran oportunidad para competir en primera división y ser una piez...

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En política la gestión de la agenda es clave, pero todavía lo es más el tiempo. Un Gobierno a remolque o a destiempo acaba desenfocándose y eso es lo que le puede pasar al Gobierno catalán y, por extensión, a su socio en el Gobierno del Estado. Agendas y calendarios con intereses diferentes amenazan con desenfocar a los dos.

El presidente del Gobierno español llegó el martes a Barcelona para inaugurar una obra extraordinaria: una magnífica terminal que transforma la capacidad aeroportuaria de Barcelona y da a Cataluña una gran oportunidad para competir en primera división y ser una pieza clave en el Mediterráneo y el sur de Europa. Un éxito indiscutible, como puso en evidencia la polémica de vuelo gallináceo entre los partidos para atribuirse la paternidad de la obra y situarse en la comitiva con unos requiebros que harían las delicias de cualquier etólogo.

Si no se resuelve la cuestión de la gestión del aeropuerto podemos quedarnos con una lujosa caja de cristal infrautilizada

Todos lanzaron su mensaje, incluidos los que no estaban. Joan Puigcercós aceptó el encargo de representar la pataleta de Esquerra Republicana y Joan Ridao actuó desde el Congreso con una moción pidiendo la supresión de los ministerios de Cultura, Vivienda e Igualdad. ERC, que se sitúa en la línea de salida de la próxima campaña electoral, multiplica los gestos para distanciarse de sus socios del PSC a la espera de tomar una decisión sobre la financiación, una postura que si es de rechazo provocaría la celebración de elecciones anticipadas en Cataluña, de la misma forma que el no de Esquerra al Estatuto aceleró la caída del tripartito presidido por Pasqual Maragall.

Rodríguez Zapatero respondió a los asistentes a la inauguración de la T-1 con dosis de amabilidad según la utilidad del interlocutor. Una amabilidad para Carod Rovira y otra para Artur Mas. Nunca se sabe.

No hace tanto tiempo, el presidente del Gobierno habría salido del nuevo aeropuerto por la puerta grande, pero el ambiente se ha enrarecido. La sociedad catalana se reunió en el IESE hace ya más de dos años para reclamar que El Prat sea un nudo intercontinental y la respuesta del Estado, vía AENA, ha sido la habitual. Iberia considera El Prat un aeropuerto subsidiario, utilizado en función de los intereses y a mayor gloria de Barajas.

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El Prat será un éxito si puede competir con otros aeropuertos y captar pasajeros sin otros límites que sean básicamente los que impone la competencia. Si no se resuelve la cuestión de la gestión y las decisiones no se toman con criterios de cercanía y competitividad, podríamos quedarnos con una lujosa caja de cristal infrautilizada para medios y cortos vuelos.

El presidente del Gobierno dijo lo que se esperaba y puso fecha a la "lógica descentralización e incorporación de la sociedad civil" a la gestión del aeropuerto, pero las expectativas que ha alimentado con sus compromisos han sido tantas y los plazos de cumplimiento tan dilatados que su credibilidad está cuestionada.

Zapatero desplegó todos sus encantos con saludos y compromisos y reiteró que se acerca el acuerdo sobre financiación, pero el crédito escasea también en política. No sólo ha perdido la confianza de la oposición, sino que el PSC cada día tiene más complicado explicar cualquier acuerdo de financiación aunque sea objetivamente razonable. La prueba del nueve sobre lo conseguido se le reclamará al consejero Antoni Castells, que ha apostado a fondo poniendo en juego su prestigio.

El calendario cuenta con otra fecha envenenada: la decisión del Tribunal Constitucional (TC) sobre el Estatuto. Voces próximas a La Moncloa sitúan la decisión del tribunal en el mes de julio; es decir, poco después de que llegue el acuerdo con la Generalitat sobre la financiación. Puede interesarle tanto al PSOE como al PP. Los populares han puesto su empeño en moderar su imagen en Cataluña ante el futuro. Alicia Sánchez Camacho contará en los próximos meses con la dirección madrileña para dulcificar el mensaje y poder estar disponible en caso de que CiU necesite un aliado. La decisión del TC puede interesar, por lo tanto, al PSOE para cerrar la incómoda carpeta catalana y al PP para moderarse, pero no parece que al PSC le interese que se le acumulen los temas difíciles de explicar.

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