Reportaje:MUCHA CALLE

Azca, abierto 24 horas

Miles de trajeados trabajadores se turnan con noctámbulos en la isla financiera

-Perdone ¿sabe usted qué es la Asociación Mixta de Compensación de la Manzana A de la Zona Comercial de la Avenida del Generalísimo?

-¿Ein? Mmmm... No, la verdad es que no.

Este ciudadano es uno de los muchos que ignoran que detrás del acrónimo Azca se encuentra ese endiablado nombre con referencias franquistas. Y eso que es el lugar en el que trabaja cada día desde hace más de diez años, junto a otras 23.000 personas. ¿Y qué es Azca? Es, literalmente, una gran manzana, cercana al estadio Santiago Bernabéu, donde se levantan los que eran -antes de la construcción de las cuatro to...

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-Perdone ¿sabe usted qué es la Asociación Mixta de Compensación de la Manzana A de la Zona Comercial de la Avenida del Generalísimo?

-¿Ein? Mmmm... No, la verdad es que no.

Este ciudadano es uno de los muchos que ignoran que detrás del acrónimo Azca se encuentra ese endiablado nombre con referencias franquistas. Y eso que es el lugar en el que trabaja cada día desde hace más de diez años, junto a otras 23.000 personas. ¿Y qué es Azca? Es, literalmente, una gran manzana, cercana al estadio Santiago Bernabéu, donde se levantan los que eran -antes de la construcción de las cuatro torres sobre la antigua ciudad deportiva del Real Madrid- los edificios más altos de la capital. La Torre Picasso (43 pisos), Torre Europa (30), Torre del Banco de Bilbao (29), entre otras, rascan a este pedazo de cielo de Madrid.

En el complejo domina Torre Picasso, blanca, arrogante y esbelta

Este pequeño Manhattan, proyectado en 1962 siguiendo el ejemplo del Rockefeller Center de Nueva York, es como una pequeña ciudad dentro de la gran ciudad, un microcosmos donde los edificios se desperdigan en el espacio sin formar calles definidas. En su interior, donde el visitante puede perderse con facilidad, se suceden tranquilas plazas, a menudo adornadas con modernas estatuas, y laberínticos pasadizos y callejones; se superponen diferentes alturas que contienen aparcamientos subterráneos o terrazas, atravesados por escaleras que conectan unos con otros, formando un enrevesado núcleo comercial y empresarial de 190 hectáreas.

Sus habitantes pululan por el silencioso interior del complejo muy trajeados. A la hora del almuerzo salen de las oficinas y forman corrillos, maletín e informe en mano, o hablan por el móvil caminando nerviosos de un lado a otro. Son los trabajadores de las grandes empresas y bancos que tienen sus sedes en los grandes edificios.

Pero no todo son oficinas, también hay edificios de vecinos. Marta E. habita en Azca desde hace tres años: “Está bien para vivir porque es seguro y tranquilo, pero echo de menos la vida de barrio, el supermercado, la taberna, un trato más humano”. Javier Fernández, informático en una importante consultoría, vive y trabaja en aquí y no le encuentra pega: “Tardo sólo 30 segundos en llegar al curro. A veces puedo llegar a pasar toda la semana sin salir de Azca”.

En el complejo domina Torre Picasso, blanca, arrogante y esbelta. Para mirar su cumbre hay que torcer el cuello hasta que duele. Hoy un nutrido grupo de bomberos entra a toda prisa en el edificio. ¿Pasará algo? Uno no puede evitar recordar el Windsor, muy cerca de la torre, que ardió una noche de 2005; una tea humeante que, ya carbonizada, hubo que derribar. Ahora El Corte Inglés construye en el solar una torre de 22 plantas, algunas de las cuales ampliarán su centro comercial de Azca, el buque insignia del grupo empresarial, donde trabajan más de 2.500 personas. "Aquí se puede comprar hasta un elefante" le dice una viandante a su compañero con pinta de visitante extranjero. Pero no hay nada que temer, nada arde hoy: los bomberos utilizan la torre para entrenarse subiendo a toda prisa los 43 pisos por las escaleras.

Marta y María son dos abogadas que trabajan en la Torre Picasso: "Nos gusta trabajar aquí. Podemos ir a comer al parque y hay mucha gente joven, chicos guapos... Aunque por la noche es algo peligroso, hay muchos atracos en las discotecas de los bajos. Los guardias de seguridad nos acompañan si salimos tarde del trabajo", dicen.

Al anochecer, Azca deja de ser un apacible lugar de trabajo. Sólo queda algún empleado haciendo horas extras cuando, a medianoche, los locales de los sótanos abren sus puertas. Se encienden las luces de neón de los sex shops y las saunas, los establecimientos de comida rápida y las discotecas, y la alegría de los ritmos latinos que escapan por la puerta de los bares contrasta con cierta sordidez, oscuridad y olor a orín en los callejones subterráneos. Empieza a acudir la fauna nocturna, en gran parte latinoamericana. "Nos gusta venir aquí porque podemos bailar música latina, salsa, merengue, también algo de hip-hop", dice Alex, una peruana de 26 años, vestida con falda y muy maquillada. ¿Y sabéis bailar bien? "Bueno, nos defendemos. Además nos gusta esta zona porque es tranquila y segura. Hubo algunos altercados hace tiempo, pero ya nunca ocurre nada". Alex y sus amigas se colocan en una de las múltiples colas que preceden a la entrada a las discotecas. Casablanca, Oro Verde, Bombón son algunas de ellas.

La noche avanza y los jóvenes se trasladan a los locales de copas desde los fast foods. Aparece una furgoneta llena de ecuatorianos que vienen a la fiesta. "Todavía no sé cómo será la noche", dice uno que parece ser el cabecilla y observa cómo el resto va dejando el vehículo, "primero voy a ver cómo está la adrenalina en los bares y luego te lo cuento al cien por cien". Aunque luego se pierde en el marasmo y no vuelve a aparecer.

Amanece. Es la hora del relevo. Desaparecen las gorras puestas de lado y callan los ritmos calientes. Dejan paso a los trajes gris marengo, los maletines y las corbatas. Azca, de la noche al día. O viceversa.

Zona comercial y de oficinas en el complejo de Azca.BERNARDO PÉREZ

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