Columna

Pereza intelectual

Lourdes Lucio subrayaba en su crónica de ayer el contraste entre la conferencia de prensa del candidato Manuel Chaves hace 19 años y la conferencia de despedida del expresidente de la Junta de Andalucía el pasado miércoles. A la primera acudieron unos pocos periodistas, mientras que la segunda estaba "abarrotada" de informadores de todo tipo de medios de comunicación.

Conviene recordarlo en este momento. Manuel Chaves llegó como un candidato débil, impuesto por Alfonso Guerra y tutelado por Carlos Sanjuán, secretario general del PSOE andaluz. Nada permitía presagiar que iba a llegar a t...

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Lourdes Lucio subrayaba en su crónica de ayer el contraste entre la conferencia de prensa del candidato Manuel Chaves hace 19 años y la conferencia de despedida del expresidente de la Junta de Andalucía el pasado miércoles. A la primera acudieron unos pocos periodistas, mientras que la segunda estaba "abarrotada" de informadores de todo tipo de medios de comunicación.

Conviene recordarlo en este momento. Manuel Chaves llegó como un candidato débil, impuesto por Alfonso Guerra y tutelado por Carlos Sanjuán, secretario general del PSOE andaluz. Nada permitía presagiar que iba a llegar a tener la estatura política que ha acabado teniendo y a dejar su impronta en el subsistema político andaluz y también, en no pequeña medida, en el sistema político español.

Y sin embargo, así ha sido. Acabó con la bicefalia en el socialismo andaluz, concentrando la presidencia del Gobierno y la secretaría general del partido en Andalucía, a la que acabó sumando la presidencia del PSOE nacional. Fue capaz de resistir como presidente de la Junta en minoría frente a la pinza del PP de José María Aznar y Javier Arenas y la de IU de Julio Anguita y Luis Carlos Rejón entre 1994 y 1996, resistió el ciclo electoral al alza del PP en 1996 y 2000, sacó fuerzas para compatibilizar la presidencia de la Junta de Andalucía con la presidencia de la comisión gestora que organizó el congreso extraordinario en el que fue elegido José Luis Rodríguez Zapatero como secretario general del PSOE y ha acabado recuperando la mayoría absoluta en Andalucía en las dos últimas convocatorias electorales, 2004 y 2008.

Con la excepción de Jordi Pujol, no ha habido ningún presidente de comunidad autónoma que haya tenido un impacto, en su territorio y en el Estado, como el que ha tenido Manuel Chaves. Y no es previsible que vaya a tenerlo ningún otro. De la misma manera que no es previsible que haya algún presidente del Gobierno de España que tenga el impacto que tuvo Felipe González.

Quiero decir que estamos ante un acontecimiento político de una magnitud extraordinaria. El cambio que se va a producir en el subsistema político andaluz no va a ser el cambio normal que se produjo cuando Rafael Escuredo fue sustituido por José Rodríguez de la Borbolla o cuando Manuel Chaves sustituyó a este último.

A este cambio van a tener que adaptarse todos los actores políticos en el ámbito autonómico y en el municipal, así como también los agentes sociales. Quien no entienda esto, se va a quedar en una posición de fuera de juego.

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Si alguien piensa que José Antonio Griñán como presidente de la Junta de Andalucía puede ser una continuidad de Manuel Chaves, es que no sabe de política una palabra. Aunque quisiera serlo, no podría. José Antonio Griñán tendrá que inventarse su manera de ser presidente y a dicha manera tendrán que adaptarse todos los demás, de dentro y de fuera de su partido. Seguir actuando como si Manuel Chaves y José Antonio Griñán fueran lo mismo es no haber entendido nada.

Por eso no acabé de entender la reacción del PP, por boca de Antonio Sanz, y de IU, por boca de Diego Valderas, ante la noticia de que Manuel Chaves dejaba la presidencia de la Junta de Andalucía para convertirse en vicepresidente del Gobierno de España. Me parecieron ejemplos paradigmáticos de pereza intelectual, de incapacidad para hacer el esfuerzo de entender la transformación que un terremoto político de esta magnitud comporta.

Me imagino que, tras la sorpresa inicial, empezarán a argumentar de manera distinta. Tiempo van a tener para ello, pues no se puede pasar por alto que quedan todavía tres años para que la legislatura se agote.

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