Crónica:Moda

Tras la ciencia-ficción, vuelta a la elegancia

Los diseños de Balenciaga, Balmain y Nina Ricci animan la semana de la moda de París

El calendario de desfiles de prêt-à-porter para el otoño 2009 en París comenzó el miércoles pero se animó ayer, con la presentación de Nicolas Ghesquière para Balenciaga. Ghesquière tiene 38 años y el título pseudo oficial de ser el gran innovador de su generación. Sus desfiles abren caminos y son básicos para identificar el tono y el sentido de una temporada. Por ello resulta significativo que la cita fuera en los cremosos salones del Hotel Crillon. Tras los inventos de ciencia ficción de esta primavera, tocaba volver al corazón de la elegancia parisiense.

La colección fue un ho...

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El calendario de desfiles de prêt-à-porter para el otoño 2009 en París comenzó el miércoles pero se animó ayer, con la presentación de Nicolas Ghesquière para Balenciaga. Ghesquière tiene 38 años y el título pseudo oficial de ser el gran innovador de su generación. Sus desfiles abren caminos y son básicos para identificar el tono y el sentido de una temporada. Por ello resulta significativo que la cita fuera en los cremosos salones del Hotel Crillon. Tras los inventos de ciencia ficción de esta primavera, tocaba volver al corazón de la elegancia parisiense.

La colección fue un homenaje a esa elegancia cargada de esponjosos drapeados. Por una vez, Ghesquière no se colocó en la vanguardia, sino en la retaguardia de su tiempo. Han sido tantos los tributos a la obra de Yves Saint Laurent que se han visto desde su muerte en junio que hay algo francamente osado en la forma en que Ghesquière se tira ahora a esa piscina. Tal vez, porque sabe que pocos como él tienen el talento suficiente para estar a la altura de los maestros que le precedieron. Probablemente también haya estrategia comercial. Si algo estaba claro, desde las gruesas pulseras doradas hasta los zapatos de ante con lazos de seda, es que la exquisita colección era material de consumo fácil para tiempos difíciles.

Nueva York y Milán han evidenciado que la mayor duda que se plantea cualquier propuesta para el próximo otoño es si ser o no un revival de los años ochenta. Ni siquiera Ghesquière se escapó con vestidos con hombreras en colores empolvados que no hubieran desentonado en el armario de una joven Lady Di.

Pero si alguien no iba a bajarse de ese barco era Christophe Decarnin, quien al frente de Balmain es uno de los principales responsables del renovado interés por las lentejuelas y los pantalones pitillo. Si la fórmula funciona, ¿por qué dejar que sean otros los que se forren con ella?

El adjetivo se queda corto, en cambio, para describir la que será probablemente la última obra del belga Oliver Theyskens para Nina Ricci. Su característico gusto por lo gótico se vio amplificado por su complicada situación en la casa propiedad del grupo Puig. Su salida se rumorea inminente y se palpó en un dramático espectáculo, magnífico por su lacerante intensidad emocional. Sobre andamios fetichistas, las modelos se convirtieron en extrañas criaturas del lado oscuro: la organza transformada en irisada piel de medusa y las crinolinas retorcidas, en colas bulbosas. Era también una revisión de los años ochenta en la que pesaba el legado de Thierry Mugler, pero sobre todo era la creación de un talento tan genuino como atormentado.

No es la primera vez que Theyskens tiene que abandonar una gran firma, lo que habla de las dificultades que encuentra su teatral discurso para adaptarse a la realidad comercial. En 2006 fue expulsado de Rochas. La casa francesa decidió cerrar su deficitaria división de ropa para centrarse en el auténtico negocio de los perfumes.

La decisión se ha revertido y precisamente ayer Rochas presentó su nueva identidad bajo la batuta de Marco Zanini. Lo que ayer presentó fue un alegato por la recuperación de la mujer parisiense en las películas de la nouvelle vague, sobre todo, de Anna Karina en las de Godard. "No me interesa hacer ropa de usar y tirar", explicaba Zanini. "Anhelo recuperar la simplicidad, la fuerza y el movimiento de esas películas. Me gusta que la moda sea lógica".

Su discurso resonaba en prendas fantásticamente sencillas: una chaqueta ligera plisada que se puede fruncir a la cintura, o un vestido de tul reducido al esqueleto. Todo, a precios más accesibles de lo que cabría suponer (a partir de 600 euros). La fuerza de las creaciones de Zanini procedía de su comprensión del tiempo que le ha tocado vivir.

Porque hay algunos diseñadores que parecen habitar en un mundo donde no existe más crisis que su propia angustia.

Creación de Theyskens para Nina Ricci.AFP

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