Columna

Miércoles de cenizas

Entre todo el listado de indecencias que acompañan este carnaval patibulario desde los días previos a la instrucción sumarial -aún inconclusa- hasta sus rescoldos, destacan varios episodios dignos de figurar en la antología del disparate. La tardía dimisión de Mariano Fernández Bermejo como titular del Ministerio de Justicia, acalla, sólo en parte, los graznidos de una derecha que fía al barullo sus esperanzas de camuflar las propias trapisondas. Efectivamente, al cazador -tanto da que tire contra codornices o leones marinos-, le perdió lo que él mismo bautizó para la citada antología como hec...

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Entre todo el listado de indecencias que acompañan este carnaval patibulario desde los días previos a la instrucción sumarial -aún inconclusa- hasta sus rescoldos, destacan varios episodios dignos de figurar en la antología del disparate. La tardía dimisión de Mariano Fernández Bermejo como titular del Ministerio de Justicia, acalla, sólo en parte, los graznidos de una derecha que fía al barullo sus esperanzas de camuflar las propias trapisondas. Efectivamente, al cazador -tanto da que tire contra codornices o leones marinos-, le perdió lo que él mismo bautizó para la citada antología como hecho cinegético. Su desalojo del Consejo de Ministros deja, ¡ay!, con las vergüenzas al aire a dos piezas del cas valencià que aletean en el, insistamos, hecho cinegético. Por una parte, Carlos Fabra, un clásico en la historia inacabada de la Justicia española, siglos XX y XXI. Y, por otra, a Serafín Castellano, ejemplar aventajado de esta civilización de cazadores y recolectores. Ahí lo tienen, con el parany bien a la vista y como si tal cosa. Premodernas y deleznables, las adjudicaciones contractuales y nepotismos entre amistades y allegados, tal vez sean legales. Como en el sumario ilustrado por el juez Garzón, tales prácticas dinamitan menudencias éticas y estéticas, que deben ser cosa de poetas. Vale, es posible que los trámites para asaltar el presupuesto público se ajusten al reglamento y no sé si a las ordenanzas de la Real Orden de San Hermenegildo. Aun así, por mucho que movilicen de prisa y corriendo a la tropa para despenalizar ciertos safaris, el parany sigue fuera de la ley y el conseller Serafín, fuera de juego.

La relación de trapacerías que se lleva por el sumidero el crédito del PP desde lo del amigo Correa -porque un amigo es un amigo, aunque no esté disponible para la foto, ¿no?- recuerda la hazaña de aquel tipo que, cargando al hombro un gorrino recién afanado, es sorprendido por la Guardia Civil. Al ser inquirido sobre el origen del bulto, tuerce el gesto y exclama antes de sacudírselo: "¡Aparta, bischo!" Atribulados ante la magnitud del bischo y la cantidad de raciones que promete, se comprende tanta palidez, caras demudadas y reiteradas pérdidas de compostura. En ese trance, Francisco Camps destroza una mañana a Bertold Brecht -al dramaturgo de La ópera de cuatro cuartos nunca le habrían hecho parte en Orange Market, a diferencia de los camisas pardas-, y un domingo soleado funde los orígenes culturales de andaluces y valencianos. Sin duda un homenaje a Darwin y a nuestros primeros padres, simpáticos y respetables chimpancés de tiempos sin escopetas. Y en fin, no queda ánimo para describir a la truculenta Rita Barberá levantando acta de la voladura del Estado de Derecho... con los derribos del Cabanyal aún humeantes. Algo tan insólito como imaginar a Gengis Khan arengando a la tropa con la comunión de los santos, el perdón de los pecados y la vida eterna. O tan edificante como asistir al desembarco en la Sindicatura de Greuges de un vestigio del ancien régime gracias al socialista Jorge Alarte, que también se entiende con el obispo. Vivir para ver.

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