Cartas al director

El problema de la música

Durante estos días estamos asistiendo en Madrid a las representaciones del último gran estreno operístico mundial, Faust-bal de Leonardo Balada. Con más o menos soltura y saber, las agencias de noticias se afanan por cubrir un hecho de enorme importancia cultural, pero cuando leemos lo que se hace en España nos topamos con un mal endémico, nuestra brutal incultura musical. Tan pasmoso resulta, que hemos asistido perplejos a artículos, reportajes y noticias televisivas en las cuales ni tan siquiera se cita al autor de la obra, siendo más noticiable el director escénico o el libretista. U...

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Durante estos días estamos asistiendo en Madrid a las representaciones del último gran estreno operístico mundial, Faust-bal de Leonardo Balada. Con más o menos soltura y saber, las agencias de noticias se afanan por cubrir un hecho de enorme importancia cultural, pero cuando leemos lo que se hace en España nos topamos con un mal endémico, nuestra brutal incultura musical. Tan pasmoso resulta, que hemos asistido perplejos a artículos, reportajes y noticias televisivas en las cuales ni tan siquiera se cita al autor de la obra, siendo más noticiable el director escénico o el libretista. Una ópera, aunque les pese a algunos, es un género musical, no teatral. ¿Tendría sentido hablar de Las bodas de Fígaro de Da Ponte, El barbero de Sevilla de Sterbini o Aida de Solera? Ah, no, que son de Mozart, Rossini y Verdi. Todo esto denota una aplastante realidad, somos un país sordo y lo peor, nos regodeamos en nuestra incultura. No conocer a Cervantes o a Picasso es ridículo, no saber quién fue Arriaga, Falla o Leonardo Balada... eso es normal. Dando por perdida a esta generación de analfabetos musicales, sólo nos queda confiar en los jóvenes que se educan en nuestras aulas. Seguro que cualquier tiempo futuro será mejor para el problema de la música.

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