Editorial:

Año crucial en Berlín

La gravedad de la crisis económica mantiene abiertas todas las opciones electorales en Alemania

Los resultados de la reciente elección en Hesse, donde los socialdemócratas alemanes, socios de gobierno de Angela Merkel, han sido humillantemente vapuleados, sugieren en primera lectura que Alemania se encamina de nuevo -en un año de urnas, que se inicia con las presidenciales de mayo y culminará con las federales de septiembre- hacia un pacto entre democristianos y liberales, sobresalientes éstos en Hesse, junto con los verdes. Merkel, la gran favorita electoral, desearía más bien una alianza entre la gobernante Unión de la Democracia Cristiana y los liberales. Chirriaría menos que e...

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Los resultados de la reciente elección en Hesse, donde los socialdemócratas alemanes, socios de gobierno de Angela Merkel, han sido humillantemente vapuleados, sugieren en primera lectura que Alemania se encamina de nuevo -en un año de urnas, que se inicia con las presidenciales de mayo y culminará con las federales de septiembre- hacia un pacto entre democristianos y liberales, sobresalientes éstos en Hesse, junto con los verdes. Merkel, la gran favorita electoral, desearía más bien una alianza entre la gobernante Unión de la Democracia Cristiana y los liberales. Chirriaría menos que el vigente pacto de necesidad con un SPD que encadena descalabros.

La magnitud de la crisis económica alemana -desempleo en alza, caída récord de la producción industrial y las exportaciones- podría, sin embargo, alterar un escenario que parece casi cantado. Es tan aguda que ha obligado a la canciller, abanderada europea contra las carísimas soluciones keynesianas, a desdecirse de sus rotundos rechazos previos e inyectar cifras astronómicas de dinero público para acudir al rescate del sistema. Y lo hace en estrecha cooperación con su adversario y socio en la gran coalición berlinesa, el líder socialdemócrata Franz Walter Steinmeier. Este matrimonio de circunstancias, por el que nadie daba un duro cuando se formalizó hace más de tres años, está funcionando en momentos críticos mucho mejor de lo previsto, engrasado sin duda por la enraizada cultura germana de arrimar juntos el hombro cuando las cosas van mal. El Gobierno no ha tenido dificultades para acordar recientemente, en un notable ejercicio de unidad, un paquete de 50.000 millones de euros, el mayor de la historia alemana, hecho a la vez de recortes fiscales e inversiones.

La crisis, como reflejan los sondeos, que no se decantan por una clara mayoría de las alianzas tradicionales, está dando vida a una gran coalición que hace medio año parecía lista para el desguace. La virulencia del incendio económico y la envidiable naturalidad con que los rivales políticos han coincidido en que la prioridad absoluta es sofocarlo, abre así el abanico de las opciones electorales alemanas. Y sería harto improbable, llegado el caso, que el SPD dijera no a una eventual reedición de un pacto que representaría para el maltrecho partido su única posibilidad de tener algo que decir en el Gobierno.

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