Editorial:

Después de la tormenta

El PP responsabiliza a Álvarez del caos tras la nevada del viernes; la ministra reparte las culpas

El caos provocado por la nevada del pasado viernes sólo resulta comparable a la maraña de responsabilidades tejida desde el día siguiente por partidos políticos y cargos institucionales. Mientras que el Partido Popular culpa por entero a la ministra de Fomento, cuya dimisión ha exigido Mariano Rajoy, ésta ha tratado de atribuir lo ocurrido a una cadena de fallos en la que habrían participado el Instituto Nacional de Meteorología, la Comunidad de Madrid y la compañía Iberia. Con independencia de que sus razones estén mejor o peor fundadas, la ministra Álvarez no ha adoptado una buena estrategia...

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El caos provocado por la nevada del pasado viernes sólo resulta comparable a la maraña de responsabilidades tejida desde el día siguiente por partidos políticos y cargos institucionales. Mientras que el Partido Popular culpa por entero a la ministra de Fomento, cuya dimisión ha exigido Mariano Rajoy, ésta ha tratado de atribuir lo ocurrido a una cadena de fallos en la que habrían participado el Instituto Nacional de Meteorología, la Comunidad de Madrid y la compañía Iberia. Con independencia de que sus razones estén mejor o peor fundadas, la ministra Álvarez no ha adoptado una buena estrategia de defensa: ampliando el círculo de responsabilidades sin aclarar cuáles son exactamente las suyas, da ocasión a las acusaciones de esconderse que le dirige el Partido Popular.

Y, sin embargo, Álvarez tiene razón en una cosa: no todas las vías y servicios que se colapsaron durante ese viernes blanco en la capital de España dependen de Fomento. La mayoría de las carreteras que se vieron gravemente afectadas por la nieve en torno a Madrid son responsabilidad de la Comunidad que dirige Esperanza Aguirre, que ha puesto el acento en el caos aeroportuario para disimular sus propios fallos. Y la situación vivida en el aeropuerto de Barajas no fue sólo resultado de la meteorología y la tardía reacción por parte de AENA, sino también de una acumulación de retrasos y cancelaciones en los vuelos de la compañía Iberia, que precedieron a la nevada y se han mantenido con posterioridad. Fomento ha abierto un expediente para determinar si los pilotos están llevando a cabo una huelga encubierta.

La ministra ha solicitado la comparecencia en el Congreso del presidente de la compañía. Fuera de las comisiones de investigación, no es una práctica habitual del Parlamento convocar a directivos de empresas privadas, que, por lo demás, no están obligados a comparecer. Es una prueba adicional de la mala estrategia seguida por la ministra. Como también lo es culpar al Instituto Nacional de Meteorología, un camino en el que la siguieron otros departamentos, como el de Interior. Las previsiones son exactamente eso, previsiones, que pueden ser desmentidas o, como en este caso, quedar cortas. Pero lo que importa es la capacidad de reacción ante una situación sobrevenida y, en este caso, fue prácticamente nula por parte de todos y cada uno de los responsables de hacerle frente.

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El caos que vivió la capital exige, sin duda, depurar responsabilidades. Pero convendría determinar, además, qué responsabilidades. Más allá de las rencillas políticas -entre las que no pueden quedar sin reproche las declaraciones de la diputada popular Montserrat Nebrera a cuenta del acento andaluz de la mi-nistra-, no se trata de que, como parece perseguir el PP, una instancia pague por todas, sino de que se extraigan lecciones para prevenir situaciones similares en el futuro. A empezar por las muchas que le corresponden a Fomento.

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