Reportaje:

Abandonados por todos

Las familias del camino de la Rabia siguen sin ayudas tras el siniestro en el que murieron dos niños - El Samur Social les ofreció dormir en albergues

La pobreza rezuma por todos los rincones de un antiguo edificio situado en medio de un descampado, en el camino de la Rabia (Villaverde). La humedad se cuela por cualquier rendija de las dos chabolas en las que viven nueve adultos y tres menores. Se pisa la suciedad desde que se accede a estos chamizos. Pero la pobreza, la humedad y la suciedad no son los únicos problemas. El pasado viernes murieron dos niños, uno de un año y otro de tres meses, y hasta ayer ninguna administración -salvo el Samur Social- se había interesado por la situación de estas familias. "Nos han abandonado como a ratas. ...

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La pobreza rezuma por todos los rincones de un antiguo edificio situado en medio de un descampado, en el camino de la Rabia (Villaverde). La humedad se cuela por cualquier rendija de las dos chabolas en las que viven nueve adultos y tres menores. Se pisa la suciedad desde que se accede a estos chamizos. Pero la pobreza, la humedad y la suciedad no son los únicos problemas. El pasado viernes murieron dos niños, uno de un año y otro de tres meses, y hasta ayer ninguna administración -salvo el Samur Social- se había interesado por la situación de estas familias. "Nos han abandonado como a ratas. No les importamos nada y si nos morimos les da lo mismo". Son palabras de Francisco Vargas, el padre de los fallecidos.

"Nos han abandonado como a ratas", dice el padre de los pequeños

La madre de los pequeños y los dos hermanos mayores están en casa de unos familiares, en Leganés. Ella pasa el día dormida por las pastillas que está tomando. "Queremos que los niños estén alejados de lo que ha pasado, pero ya se dan cuenta de lo que hay", explica Francisco. Es un manojo de nervios. Fuma muy a menudo y no para de toser y de estornudar. Tiene un fuerte catarro que no se le cura. "Llevo tres días sin comer. Y no tengo ni ganas. Lo estoy pasando muy mal, porque me lo estoy tragando todo. Me lo guardo todo", añade. Mirada perdida. Tiene que sentarse mientras exhala el aire de una tos muy ronca.

Desde el viernes, sólo el Samur Social ha ido por este lugar alejado de los edificios de Villaverde. Ni concejales, ni consejeros. Mucho menos cargos superiores. Los funcionarios del Samur Social les han ofrecido pasar la noche en un albergue, pero al día siguiente tendrían que ir a la calle. Los adultos se han negado. Ello les obligaría a dejar todas sus pertenencias, con el consiguiente riesgo de que no pudieran volver a sus chabolas. "¿Eso es solución después de lo que hemos pasado? Les ha bastado traernos cuatro cajas de leche, galletas y naranjas. Con eso han solucionado el problema", asegura José, el tío de Francisco.

El entierro de los niños lo pagaron gracias al dinero que pusieron familiares y amigos. Ni siquiera la Administración se ha hecho cargo de ese desembolso. "Como esto no se solucione pronto, estamos dispuestos a ponernos delante del Ayuntamiento o de la Comunidad hasta que nos reciba alguien y nos dé una casa o algún sitio donde meternos. Llevamos así ocho años. Primero estuvimos en El Salobral [poblado chabolista de Villaverde] y aquí ya son tres años los que estamos. ¿Hay derecho?", se preguntaba Santiago Jiménez, el tío de los niños que intentó salvarlos del incendio.

Las noches resultan angustiosas, según cuentan los moradores de estas chabolas. Están en vela mucho tiempo, porque la lluvia se cuela por los plásticos y toldos que hacen de techo. La humedad se cuela por todas las partes y una pequeña estufa intenta calentar la estancia. "Mira, por allí arriba, por ese hueco que queda entre la pared y el plástico se mete un viento de cuidado. Para ducharme, tengo que desnudarme dentro de la chabola y pasmado de frío lavarme muy rápidamente. Así no hay nadie que pueda vivir", se lamenta Santiago, con voz triste, de pena.

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Todos son conscientes de que se acercan fechas muy señaladas y muy difíciles. "Para nosotros ya no habrá Navidad. La alegría se ha ido con la muerte de mis niños. Ojalá hubiera estado aquí cuando se produjo el incendio. No me hubiera importado morir con tal de salvarlos", susurra Francisco. A su espalda está la infravivienda calcinada donde murieron sus hijos. Aún permanecen los restos del colchón en el que estaban durmiendo los pequeños.

Francisco, el padre de los niños muertos en el incendio, en la infravivienda en la que vive tras el siniestro.LUIS SEVILLANO

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