Entrevista:LAS VÍCTIMAS | Violencia en los fines de semana

"Me pegó un puñetazo y perdí el conocimiento"

Los agredidos critican la impunidad de los porteros

Abuso, fuerza bruta e impunidad. Los tres testimonios recogidos por EL PAÍS hablan de lo mismo. Porteros a la puerta de discotecas que se niegan a razonar y que utilizan la violencia como respuesta a cualquier problema. Dos de los agredidos pueden contarlo. El tercero, relata su novia, murió a puñaladas a principios de enero.

- "¿Por qué le pegas?". Pablo, un electricista polaco de 26 años, salió a divertirse la noche del pasado 8 de junio. Entró en la discoteca Chilloutteteria, en Móstoles, con su mujer y dos amigos. Al salir y ver que faltaba uno de ellos, decidieron entrar a buscarl...

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Abuso, fuerza bruta e impunidad. Los tres testimonios recogidos por EL PAÍS hablan de lo mismo. Porteros a la puerta de discotecas que se niegan a razonar y que utilizan la violencia como respuesta a cualquier problema. Dos de los agredidos pueden contarlo. El tercero, relata su novia, murió a puñaladas a principios de enero.

- "¿Por qué le pegas?". Pablo, un electricista polaco de 26 años, salió a divertirse la noche del pasado 8 de junio. Entró en la discoteca Chilloutteteria, en Móstoles, con su mujer y dos amigos. Al salir y ver que faltaba uno de ellos, decidieron entrar a buscarle, "pero no nos dejaron", dice Pablo. El amigo que negociaba con el portero, "y que no habla bien castellano", empezó a recibir golpes como respuesta. "Yo le decía '¿Por qué le pegas?', pero no me escuchaban, y mientras le hablaba a un portero otro me pegó un puñetazo por el lado derecho. Llevaba guantes negros, pero creo que dentro tenía un puño americano. Me caí al suelo y perdí el conocimiento", asegura Pablo. También recuerda que los cuatro porteros "eran más grandes que yo. De 1,85 o más" y que uno le gritaba: "¡Polacos de mierda!".

"He hablado para que no vuelva a pasar una cosa tan brutal y cobarde"
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Los golpes le ocasionaron una fractura doble de mandíbula. Le operaron en el 12 de Octubre y se pasó un mes de baja. Ahora está en el paro y con la intención de volver a Polonia. "Mi mujer lo pasó fatal; cuando me vio tendido en el suelo pensó que me había muerto", cuenta. Ella puso la denuncia y tendrá que asistir a una rueda de reconocimiento el 10 de diciembre. "Me enteré de que los porteros estuvieron dos semanas sin aparecer, pero ahora creo que han vuelto".

- Cuestión de profesionalidad. "¿Qué gente se hace con estos trabajos? ¿Desequilibrados, delincuentes? Controlar una entrada es cuestión de profesionalidad y no de ser gentuza", opina R. J. C., un madrileño de 35 años, guía turístico y "acostumbrado a entrar en locales de todo el mundo", donde, cuenta, sí ha visto profesionales a la entrada. Él fue agredido por la espalda en un bar que hay justo enfrente de Balcón de Rosales.

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Ahora se encuentra inmerso en un bucle legal: reclamaciones, incomparecencias..., con un asunto que ocurrió en 2006. El local, La Royal Chata, ya no se llama así. Los dueños están ilocalizables. El autor, desaparecido. En la primera vista se presentó el portero que le agredió con un testigo falso y denunciando a su vez por intento de agresión. A las siguientes citaciones ya no acudió y, según ha podido saber R. J. C. en el juzgado, el presunto atacante está en busca y captura. El juicio está pendiente.

"Los abogados me dicen que no merece la pena seguir. Pero no me rindo. He decicido hablar para que no vuelva a pasar una cosa tan brutal y tan cobarde", dice. Se considera con suerte, porque "podría estar muerto". Una reunión con 10 amigos acabó con una discusión entre uno de ellos y un portero. Él acudió a separarlos: "Tranquilo, que ya nos vamos", dijo. "Pero al girarme sentí un golpe fortísimo en la cabeza y ya no me acuerdo de más", relata.

Le habían atacado con una barra de hierro, le dijeron sus amigos. Perdió el conocimiento, le tuvieron varias horas en observación. "Pero no tuve brecha, no sangré, y para temas de juicios parece que tiene más peso que haya sangre", comenta.

- El primer homicidio del año. Para G. C. C., de 30 años, el pasado 6 de enero no fue un día de celebración, sino de tragedia. Su novio, Tarek Bourriafa, de 26 años, murió apaleado y apuñalado esa madrugada. Sucedió en Costa Polvoranca, en Alcorcón, y, como fatal estadística, fue el primer homicidio del año 2008. La autoría fue de los porteros de origen dominicano del local El Rincón Latino. "La autopsia reveló que hubo 23 puñaladas. Si eso no es ensañamiento... Hay dos autores en prisión, pero hay más implicados en la paliza. Hubo mucha gente mirando la agresión y no llamaron a la policía para pedir auxilio", dice la novia de Tarek, que ha investigado todo lo que ha podido. "Quiero saber la verdad", exclama. "He pasado miedo. He cambiado de trabajo, de aspecto. Estoy pasando un año horroroso...", asegura.

Sabe que su novio trabajaba en un bar pero tenía ingresos extra con trapicheos, y sus esfuerzos por sacarle "del mundo de la calle" no fructificaron. "Pero no era un chico violento". Mediar en una pelea le costó la vida. Su novia está convencida de que iban a por él. "Creo que fue víctima de una venganza".

"El problema es que este sector es absolutamente irregular", expone Esteban Ibarra, responsable de Movimiento Contra la Intolerancia (MCI), asociación que ayuda a las víctimas -como sucedió en el caso del polaco Pablo- a presentar denuncias y también se persona con ellos en las querellas por agresión.

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