Análisis:EL ACENTO

Ciencias de la salud

Hasta ahora existían razones para suponer que la mayor coincidencia entre la medicina y la economía eran las metáforas. Desde que estalló la crisis de las hipotecas basura en Estados Unidos, los analistas económicos adoptaron en bloque el lenguaje de la medicina. Se habló de síntomas que presagiaron los malos datos que desde entonces se suceden. Pero se habló, además, de la infección producida por el sector inmobiliario, de los riesgos de metástasis de la crisis financiera en los mercados globales y, por descontado, de las terapias convenientes para combatirla. Los ciudadanos, por su parte, em...

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Hasta ahora existían razones para suponer que la mayor coincidencia entre la medicina y la economía eran las metáforas. Desde que estalló la crisis de las hipotecas basura en Estados Unidos, los analistas económicos adoptaron en bloque el lenguaje de la medicina. Se habló de síntomas que presagiaron los malos datos que desde entonces se suceden. Pero se habló, además, de la infección producida por el sector inmobiliario, de los riesgos de metástasis de la crisis financiera en los mercados globales y, por descontado, de las terapias convenientes para combatirla. Los ciudadanos, por su parte, empezaron a reclamar un diagnóstico de la situación, denominándola cuadro económico en claro paralelismo con el cuadro clínico de los enfermos, y a interrogar acerca de la evolución como si se refiriesen al comportamiento de un virus instalado en el organismo humano.

Pues bien, no sólo es en el terreno de la lengua donde medicina y economía se dan la mano. La precariedad laboral y el desempleo afectan a la salud en términos reales, como dirían los economistas prestándoles ahora una de sus expresiones más frecuentes a los doctores. Y más aún: sus consecuencias son diferentes en el caso de las mujeres y en el de los hombres, en los que ataca, sobre todo, a la salud mental, sin descartar por esta vía su traducción en males físicos. Y los estudios médicos pueden dar todavía nuevos detalles: entre los hombres, son los de 40 años los más expuestos, ya que los menores de esa edad consideran la precariedad como una situación habitual y están, por así decir, inmunizados.

Esta sobrevenida promiscuidad entre los lenguajes de la medicina y de la economía puede conducir a equívocos. A causa de ella, hablar hoy de una terapia contra el paro o la precariedad laboral podría significar dos cosas. O bien medidas que encaminan hacia el pleno empleo y la reducción de la temporalidad, o bien campañas sanitarias que combaten las enfermedades generadas por la inestabilidad en el trabajo y por la absoluta carencia de él. Sea cual sea el significado, sólo cabe desear que la economía se restablezca cuanto antes y recupere la salud sin dejar graves secuelas.

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