Crítica:POP ROCK

Recuperar sensaciones

Postrimerías del concierto: el público se deshacía la garganta coreando las estrofas de Flaca; las paredes del local habían conseguido su máxima saturación de humedad; el griterío resultaba ensordecedor y la banda disfrutaba de la recta final de una actuación de dos horas. Una imagen de éxito. Calamaro había vuelto a Barcelona, su estado físico pareció óptimo, sus prestaciones vocales resultaron, en líneas generales, adecuadas y su triunfo fue incontestable. Una noche redonda.

No importó que la temperatura y la humedad alcanzasen niveles propios de Tailandia en Razzmatazz, conver...

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Postrimerías del concierto: el público se deshacía la garganta coreando las estrofas de Flaca; las paredes del local habían conseguido su máxima saturación de humedad; el griterío resultaba ensordecedor y la banda disfrutaba de la recta final de una actuación de dos horas. Una imagen de éxito. Calamaro había vuelto a Barcelona, su estado físico pareció óptimo, sus prestaciones vocales resultaron, en líneas generales, adecuadas y su triunfo fue incontestable. Una noche redonda.

No importó que la temperatura y la humedad alcanzasen niveles propios de Tailandia en Razzmatazz, convertido en una comunión de cuerpos empapados por el sudor. Es más, incluso pareció que esta situación, pese a resultar incómoda para algunos, aumentó el disfrute físico de las canciones de Andrés, temas que con la pasión de fondo no casan mal con los extremos a los que puede someterse un cuerpo. Lo sustancial fue que Calamaro se paseó triunfal por su repertorio -A los ojos, OK perdón, Crímenes perfectos, Loco-, guiñó el ojo a los Rodríguez, dispuso de una banda en la que llegaron a sonar cuatro guitarras y facilitó el reencuentro de su público con ese rock a veces de cartón, otras simplón, casi siempre personal y siempre exitoso. Fue Andrés Calamaro recuperando las buenas sensaciones que permiten triunfar a ciclistas y músicos.

ANDRÉS CALAMARO

Razzmatazz. Barcelona, 3 de septiembre.

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