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Canciones

Una de las cosas que pide una amiga mía para liarse con un chico es: o que sea guapo, o que la sorprenda. Pero hay que tener cuidado. Aplicando el consejo a esta última campaña en defensa de la lengua común, hay que decir que guapa, no es, pero sorprende, y mucho, aunque malamente.

Ahora que Georgie Dann se está jubilando, parece que los promotores de este manifiesto quieran ocupan su puesto.

Sus canciones del verano, de tanto oírlas terminabas cantándolas. Con esto

pasa tres cuartos de lo mismo; de tanto escuchar los argumentos del manifiesto,

al final hasta parece...

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Una de las cosas que pide una amiga mía para liarse con un chico es: o que sea guapo, o que la sorprenda. Pero hay que tener cuidado. Aplicando el consejo a esta última campaña en defensa de la lengua común, hay que decir que guapa, no es, pero sorprende, y mucho, aunque malamente.

Ahora que Georgie Dann se está jubilando, parece que los promotores de este manifiesto quieran ocupan su puesto.

Sus canciones del verano, de tanto oírlas terminabas cantándolas. Con esto

pasa tres cuartos de lo mismo; de tanto escuchar los argumentos del manifiesto,

al final hasta parece verdad. Vamos, que a los del lío del verano les ha entrado un

síndrome aguerrido de cruzada contra las lenguas no comunes. Porque parece

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que molestan y son inútiles. Antes que un idioma se me ocurren millones de cosas

más inútiles y muchísimo más nocivas, y a las que le dedicamos más tiempo y dinero.

Así, a bote pronto se me ocurre la tele, el fútbol, la siesta, el poteo, los fórmula 1,

las drogas, los móviles última generación, los bodorrios… No puedo parar.

Pero, ¿qué pasaría si se considerara un rollazo que haya tantos idiomas inútiles

pululando por el planeta y, por decreto, se decide que el idioma político común

sea que el inglés? Es decir, que no sea obligatorio enseñar el castellano y

poco a poco se deje de hablar. Total, para qué esforzarse. Un día vas al bar de la

esquina, pides un café a un chaval joven y, con cara de que lo has insultado, te

suelta un "¿Eeeeeeh?". Y tú: "un-ca-fé". Y él, como si estuviera haciendo un esfuerzo

sobrehumano por entenderte, va y te suelta: "Ah, one coffee".

Entonces empezaríamos a reivindicar el derecho de poder pedir un café en el

idioma de tu entorno. Normal, "porque las lenguas no tienen el derecho de conseguir

coactivamente hablantes, ni a imponerse como prioritarias en educación, información,

rotulación, instituciones, etc. en detrimento del castellano". Claro.

Y ya si se te ocurriera pedir la tontería de "kafe bat", para qué contarlo! Y lo malo

es que esta actitud negativa hacia los idiomas minoritarios está calando; la comodidad,

absurda, de que los idiomas pequeños no sirven para nada, se va extendiendo.

Pero ¿qué misión tan importante tienen algunos chavales en el mundo que

no tienen tiempo ni ganas de aprender el euskera, por ejemplo? Hombre, ganas seguro

que no tienen de estudiar nada. Pero ¿qué padres no quieren que sus hijos

aprendan de todo? Anda que no pierden el tiempo con el botellón.

Que resucite Georgie Dann, por favor.

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