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Atajos hacia la felicidad

En un rincón de baldas blancas hay un resquicio al desconcierto y urdimbres de las nuevas relaciones más personales. No es un solo libro. Son varias novelas que Helena Resano ha ido poniendo allí desde hace cuatro años cuando descubrió las historias que contenían. Libros de solapas blancas cuyas páginas beis hablan de los laberintos derivados tras la implosión del clásico modelo familiar. Una temática de entre siglos que aumenta y que según los escritores que la abordan está dejando un reguero de extravíos sentimentales y de orfandad de emociones, al tiempo que sus libros recuerdan que tras la...

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En un rincón de baldas blancas hay un resquicio al desconcierto y urdimbres de las nuevas relaciones más personales. No es un solo libro. Son varias novelas que Helena Resano ha ido poniendo allí desde hace cuatro años cuando descubrió las historias que contenían. Libros de solapas blancas cuyas páginas beis hablan de los laberintos derivados tras la implosión del clásico modelo familiar. Una temática de entre siglos que aumenta y que según los escritores que la abordan está dejando un reguero de extravíos sentimentales y de orfandad de emociones, al tiempo que sus libros recuerdan que tras la noche viene el día.

No es un consuelo para Helena Resano, presentadora del telediario de La Sexta, ni para los millones de lectores en todo el mundo leer a novelistas como Anna Gavalda, sino una forma de identificar, reconocer o reconocerse en la realidad más secreta e íntima de la actual generación. Más que de triunfos profesionales o de duelos de poder, estos libros se centran en el éxito personal, en la conquista del interior y en buscar el sentido de la vida. Narraciones que ocupan una órbita en la galaxia de la novelística de la familia y las relaciones personales. En la manera como se vive la diáspora del núcleo familiar más allá de estilos, calidades, críticas y gustos.

De Hériz: "Puede ser que la proliferación de estos libros signifique que hay una necesidad sociológica de redefinir la familia"

Aunque es un tema presente en todas las épocas de la literatura, ahora se pone al día. "Pocos escritores contemporáneos se han resistido a abordar la familia, sus lazos y las relaciones de sus individuos con el resto del mundo. Sus dudas y búsquedas", asegura Enrique de Hériz, autor que ha tratado este tema en libros como Mentira y El día menos pensado (ambos en Edhasa). Una referencia que recuerda a autores que van desde Carlos Fuentes con Todas las familias felices hasta Ian McEwan, Alice Munro, Zadie Smith o Kjell Askildsen, pasando por José Ovejero, Olga Guirao, Santiago Roncagliolo o David Trueba.

Transmiten el rumor de la veloz modernidad que desconcierta.

O muestran las ruinas de esa misma modernidad que siembra a su paso incertidumbre y obliga a rápidas readaptaciones si no se quiere vivir en perpetuo naufragio.

Se trata de un tema exitoso desde la década de los noventa. Muchos de estos libros han llegado de manera sigilosa a las librerías hasta convertirse en discretos long sellers. Su elixir está en el boca a boca que los lleva a venderse más o menos bien durante mucho tiempo. En ellos los escritores reenfocan la mirada. Se adentran en la vorágine de esas nuevas sensaciones, preguntas, dudas, miedos e hilos secretos que forman el tejido de las nuevas relaciones sociales. Miran a esos seres que se niegan a ser absorbidos por esa vorágine o buscan quitarse de encima esa maraña de incertidumbres que los envuelven.

La velocidad con que la vida se está desarrollando obliga a una reescritura rápida de la vida, dice convencida Clara Sánchez, autora de Presentimientos y Últimas noticias del paraíso (los dos en Alfaguara). "Todo eso se trata con el matiz de cuestionar y reflexionar sobre conceptos fundamentales que ahora se tambalean. Y con estos libros los lectores crean una especie de fondo de armario de la lectura porque les hablan de problemas cercanos y les proponen interrogantes sobre cuestiones que los afectan como el divorcio, la fidelidad o los nuevos modelos de familia". Nada es compacto. Inexpugnable. Todo es permeable y las fronteras son movedizas.

Páginas de retratos de caos íntimos, de las turbulencias que deja y desata insospechadamente la nueva educación familiar y sentimental.

Perdedores, sobrevivientes, extraviados, perdidos, defraudados, solitarios, desamparados, desfavorecidos y buscadores de felicidad. O mendigos de alegrías.

Así son los personajes que suelen protagonizar estas novelas y relatos en medio de la travesía nocturna donde planea un gran mensaje para el lector: nunca se detenga. Y si mira atrás, lo puede hacer sin dejar de avanzar hacia delante. Dan pistas sobre atajos hacia la felicidad. Anna Gavalda, dice su editora de Seix Barral en España, Elena Ramírez, "aborda conclusiones muy esperanzadoras y optimistas, a pesar de que sus historias muestren el lado oscuro y triste de un hecho. Ella hace un recorrido por los sentimientos de personajes cuyas vidas hacen aguas. Siempre deja una puerta abierta a las interpretaciones porque los protagonistas de sus libros podemos ser tú y yo. El lector completa la novela porque se reconoce en algo o ve a alguien".

Una de sus más fieles lectoras, Helena Resano, lo confirma. Asegura que la escritora francesa refleja un mundo absolutamente real, reconocible para el lector. "En sus páginas uno identifica el entorno, la lucha con la vida, las cuestiones familiares. Se ve reflejado o perfilado en una especie de eco de ese sobrevivir y salir adelante que Gavalda relata". Autores y lectores que parecen seguir las palabras de Galileo Galilei: "No puedes enseñar nada a un hombre, sólo a encontrar dentro de sí mismo".

Más allá de Gavalda, una de las autoras que ha hecho visible internacionalmente esta renovada temática, y de estilos y calidades, otra clave del éxito de este temade quienes se adentran, a veces a tientas, en el mundo contemporáneo, está en que "al lector le interesa saber qué está sucediendo ahora, cómo son las nuevas familias y qué pasa en el jardín del vecino", asegura Gerardo Marín, editor ejecutivo de Alfaguara. "No podemos abstraernos de lo ajeno y curioseamos en otras historias. Algunos novelistas las están escribiendo y están hablando directamente de lo que nos concierne, de las inquietudes del hombre contemporáneo y de cómo se relaciona. Eso siempre interesa, y escritores como Clara Usón o José Ovejero en sus últimas novelas, o como Rosa Montero o Clara Sánchez, nos muestran un realismo que inquieta y que es muy atinado".

Las posibilidades de dichas y desdichas son otras, y hasta más que en otros tiempos. La misma felicidad tiene múltiples caminos, recuerda Clara Sánchez: "Pero eso requiere reconocer, aceptar y hacer un esfuerzo por adaptarse a los nuevos cambios". La escritora madrileña agrega que todo eso se refleja en estas novelas que "levantan el vuelo y levantan al lector en ese vuelo porque no están por encima de él". Asegura que el mundo asiste a una revalorización de ciertos sufrimientos, aprende a reconocer la realidad y de que no debe ser tanta la frustración porque es algo consustancial al vivir y al convivir.

¡Familia! Familias. Criticada o desdeñada cuando se tiene, añorada cuando se huye de ella, pero siempre buscada y reinventada. Y todos soñando con crear una nueva y mejorarla. "Nido de tensiones. Existe para eso, y los hijos deben romper las normas impuestas por los padres", afirma Enrique de Hériz. "Son los seres que más se conocen y a la vez son eternos desconocidos porque para defenderse de esa cercanía creamos murallas en busca de preservar un mundo privado".

Puede ser que la proliferación de estos libros signifique que hay una necesidad sociológica de redefinir la familia, reflexiona De Hériz: "Lo que quiere decir que la novela sigue siendo el espejo perfecto para reflejar el mundo y que la sociedad se redefina. Los autores estamos mostrando por dónde se está agrietando el mundo, y una de esas grietas es la familia". Los modelos de relaciones personales se han diversificado, bifurcado.

"No sé si estoy de acuerdo con que esto sea un rasgo de nuestra época", asegura el escritor argentino Alberto Manguel. Para el autor de Una historia de la lectura (Lumen y Alianza), la visión de la familia convencional que siempre ha existido ha cambiado, sin olvidar las singulares familias descritas en los clásicos griegos o en Shakespeare o en la famosa frase con que León Tolstói comienza Anna Karenina: "Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera". Una frase, añade Manguel, discutible porque también se puede decir lo contrario.

Pero hay algo que el autor argentino sí detecta en los novelistas más jóvenes, especialmente norteamericanos: "Una suerte de desconocimiento de la tradición". Asegura que no parece haber noción de lo que debe ser una familia, y éstas como tales en la literatura existieron hasta El guardián entre el centeno, de Salinger, o Nada, de Carmen Laforet. "Ahora, en cambio, hay una especie de observación de una realidad sin pasado, de familias que surgen de ninguna parte. Sin referencias, como si creyesen que estos núcleos familiares fueran salidos del siglo XX o comienzos del XXI. Lo cual es un problema grave no sólo de este tema concreto sino también de la literatura contemporánea". Critica el hecho de que los autores que abordan estas nuevas relaciones personales tras la implosión familiar parten de la base de que todos sabemos de qué están hablando y de que todos sabemos todo. "Lo malo es que no permite un punto de reflexión, y ésa es una de las debilidades de cierta literatura". Cita a la británica Zadie Smith porque ella cree que está usando a Jane Austen como estructura para sus novelas cuando la verdad es que "sólo usa el aspecto más superficial de sus libros".

En cuanto a escritores que han convertido esta temática como su seña de identidad y su universo narrativo, considera que no se trata de literatura, "es simplemente una escritura convencional". Y, para él, Anna Gavalda es "una especie de culebrón sin mayor riesgo". A Manguel, además, no le gustan los libros que superficialmente pretenden vender felicidad. Un subgénero literario que vende millones y millones de libros con autores como Paulo Coelho o Susanna Tamaro, quien ha dicho que "el auténtico tabú de nuestros días no es el sexo sino el corazón, en la complejidad del ser humano".

Por el contrario, Alberto Manguel destaca al peruano Santiago Roncagliolo, que en una novela como Pudor (Alfaguara) usa bien los ecos literarios y tradiciones mucho más antiguas en torno a la familia y su complejidad.

Libros contemporáneos y clásicos, más o menos valorados por la crítica, que conviven amistosamente en las dos paredes de libros que forman el rincón literario en casa de Helena Resano, en Madrid. Acaba de empezar la nueva novela de Gavalda, El consuelo. "No tengo aún una opinión formada del todo, pero sus novelas me gustan porque en ellas he visto personajes rotos, desdibujados y al borde del final pero que descubren cómo apoyarse unos a otros y aprenden a levantarse de las desgracias".

Libros con mejores o regulares comentarios de los expertos y público, pero unidos por la larga vida que le conceden los lectores en las librerías de todo el mundo. Y misteriosamente con más éxito en unas zonas que en otras. Gavalda, por ejemplo, vende mucho en ciudades como Burgos y Madrid, pero menos en Andalucía. Todos los aficionados a esta temática de sobrevivientes en tiempos de reordenación de relaciones y sentimientos parecen convencidos de la frase del poeta y político francés del XIX Alphonse de Lamartine: "Encerrado en su naturaleza e infinito, en sus necesidades, el hombre no es sino un dios caído que se acuerda del cielo".

Una caída en perpetua huida de la desdicha donde los puntos cardinales siempre son los mismos, pero ahora las coordenadas son otras. Y la brújula hay que ajustarla. O cambiarla. -

Ilustración de Fernando Vicente.

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