Fiebres pasajeras
Todos hemos pasado por un momento en la vida en que sentimos que debemos coleccionar algo. Parece que uno está incompleto si no se siente imbuido por una pasión irrefrenable por el coleccionismo. La cada vez más corta duración de los ciclos culturales hace que uno deba darse mucha prisa para lograr algo digno de llamarse colección.
Era
La fiebre por las zapatillas de inspiración retro llegó incluso a contaminar a personajes tan supuestamente poco dados a este tipo de actos como Noel Gallagher, quien confesó que se había dejado la mitad de lo ganado con sus discos en comprar deportivas Adidas vintage. Los japoneses compraban tres, unas para vestir, otras para guardar y, claro, unas últimas por si acaso. La reciente llegada al mercado de recreaciones de modelos de los últimos ochenta marca el fin de un ciclo. Ya no queda nada que recuperar.
Es
La dictadura de lo digital en el mercado discográfico disparó hace unos meses una extraña fiebre por coleccionar pick-ups, aquellos tocadiscos portátiles que hicieron furor en los setenta. Las mejores gangas se hallaban en mercadillos de Montevideo, Buenos Aires o Río de Janeiro, donde europeos propietarios de tiendas de artículos de segunda mano los compraban por decenas ante el estupor de los indígenas.
Será
El CD está a punto de convertirse en pieza de coleccionista. Las reediciones de clásicos sólo en formato digital y la renovada fiebre
por el vinilo ha borrado de la oferta infinidad de álbumes clásicos en CD. Según la directora de marketing de la tienda de discos hollywoodiense Amoeba, la meca de los que leen alta fidelidad como su biografía, hoy es más complicado hallar cualquier rareza en disco compacto que en vinilo.
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