Análisis:

Ojo con las conclusiones

El avance del padrón municipal revela tres datos: que el número de extranjeros extracomunitarios (a los que denominamos inmigrantes) asciende a 3,1 millones, que los rumanos (que son comunitarios salvo a efectos laborales) se han convertido en la primera colonia extranjera y que la cifra de ecuatorianos retrocede por primera vez. Los tres datos son engañosos.

Si cruzamos la primera de esas cifras (los 3,1 millones de inmigrantes empadronados) con la de inmigrantes con permiso de residencia (2,5 millones), el resultado induce a concluir que en España hay 0,7 millones de ...

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El avance del padrón municipal revela tres datos: que el número de extranjeros extracomunitarios (a los que denominamos inmigrantes) asciende a 3,1 millones, que los rumanos (que son comunitarios salvo a efectos laborales) se han convertido en la primera colonia extranjera y que la cifra de ecuatorianos retrocede por primera vez. Los tres datos son engañosos.

Si cruzamos la primera de esas cifras (los 3,1 millones de inmigrantes empadronados) con la de inmigrantes con permiso de residencia (2,5 millones), el resultado induce a concluir que en España hay 0,7 millones de sin papeles.

Se trata de una falsa aproximación a la realidad, por varias razones. En primer lugar, a los 2,5 millones de residentes habría que sumarles otros 260.000 que están renovando sus documentos, más 40.000 cancelaciones padronales, más 40.000 estudiantes extranjeros, más 5.000 solicitantes de asilo y asilados, más 25.000 temporeros y trabajadores transfronterizos. Quedarían 0,3 millones de sin papeles.

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A ello hay que añadir que un buen número de ayuntamientos permiten el empadronamiento por internet, y que hay extranjeros que aprovechan esa ventaja para lograr, sin moverse de su casa, un certificado que pueda servirles en una futura regularización.

Pero esa aproximación a la realidad sirve de poco si tenemos en cuenta a los rumanos, que ahora arrebatan a los marroquíes el título de mayor colonia extranjera. Muchos aprovechan su condición de ciudadanos de la UE para circular libremente por Europa (en algunos casos yendo y viniendo de su país) y ganar unos euros.

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El problema es que gran parte de ellos trabajan ilegalmente, porque una moratoria impuesta por el Gobierno les exige para entrar en el mercado del empleo los mismos requisitos que a los ciudadanos extracomunitarios. Es decir: a efectos laborales, 728.967 ciudadanos de Rumanía (un número superior al de los habitantes de la ciudad de Sevilla) deben ser considerados como inmigrantes, y buena parte de ellos como sin papeles. La estadística da un vuelco.

La tercera revelación se refiere a los ecuatorianos. Por primera vez, caen los empadronados, y lo hacen en 6.989 personas (el 1,6%). Una interpretación apresurada podría llevar a pensar que están volviendo a su país. Pero si consideramos los que han fallecido y los que han adquirido la nacionalidad (y por tanto ya figuran en el censo como españoles), sólo cabe imaginar que la exigencia de visado ha contribuido a paralizar el flujo de personas procedentes de Ecuador.

Todo esto demuestra que las estadísticas las carga el diablo.

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