Análisis:EL ACENTO

Un frío calentamiento

Si ayer estrenaron ustedes los pantalones cortos, ya pueden ir guardándolos otra vez: hoy vuelven las borrascas. El mal tiempo de mayo nos sigue acompañando.

No es que sean malas noticias, porque el invierno había sido tan seco que Barcelona ya se estaba preparando para un verano sediento con restricciones de suministro, trasvases urgentes y barcos cargados con agua potable. La fresca primavera ha sido su campana de salvación. ¿Es esto lo que cabía esperar del calentamiento global?

Ningún climatólogo se atrevería a interpretar el mal tiempo europeo de mayo en función de sus model...

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Si ayer estrenaron ustedes los pantalones cortos, ya pueden ir guardándolos otra vez: hoy vuelven las borrascas. El mal tiempo de mayo nos sigue acompañando.

No es que sean malas noticias, porque el invierno había sido tan seco que Barcelona ya se estaba preparando para un verano sediento con restricciones de suministro, trasvases urgentes y barcos cargados con agua potable. La fresca primavera ha sido su campana de salvación. ¿Es esto lo que cabía esperar del calentamiento global?

Ningún climatólogo se atrevería a interpretar el mal tiempo europeo de mayo en función de sus modelos matemáticos. Pero algunas de sus predicciones se han visto confirmadas, hasta superadas, por la realidad, como es el caso de la acelerada fusión de los hielos árticos. Es precisamente ese deshielo el que ha movido a una minoría de científicos a predecir lo que parece contrario a toda intuición en plena fase de calentamiento global: el enfriamiento de Europa occidental.

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Madrid está a la misma latitud que Nueva York, y Bilbao queda al norte de Boston. ¿Por qué siempre está nevando en esas ciudades americanas y no en las españolas?

La razón es la Corriente del Golfo, un inmenso flujo transatlántico superficial que trae las aguas templadas del golfo de México y el Caribe hasta la costa occidental europea y haciendo el clima europeo más benigno de lo que corresponde

a su latitud. Al llegar cerca del ártico, el frío aumenta la densidad de esta agua salada hasta que la hace hundirse y emprender por el fondo su camino de vuelta. Las aguas superficiales caribeñas cruzan el Atlántico para cubrir el hueco y se cierra el ciclo.

A diferencia de la salada, el agua dulce no se hunde con el frío. Lo que mantiene en marcha la Corriente del Golfo, por tanto, es su salinidad en las cercanías del Ártico. Y el deshielo de Groenlandia está inyectando allí crecientes masas

de agua dulce. La Corriente del Golfo no se bloqueará por completo en los próximos cien años, pero sí puede debilitarse. Ocurrió entre los siglos XVI y XIX: la llamada "pequeña edad de hielo", cuando el Ebro llegó a congelarse siete veces. Feliz domingo.

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