Crítica:

El cascabel del gato

Narcís Serra es uno de los personajes clave de la transición. De modo discreto, llevó a cabo como ministro de Defensa una reforma trascendental para la democracia, la concerniente a las Fuerzas Armadas, tema que venía envenenando la política española desde la primera mitad del siglo XIX y que parecía irresoluble al morir Franco. Es cierto que el dictador se cuidó muy bien de crear una estructura militar piramidal que permitiera a alguien hablarle en nombre de todo el Ejército, desde el punto de vista de su condición de amenaza para la democracia, una hidra que a sus tres cabezas principales su...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Narcís Serra es uno de los personajes clave de la transición. De modo discreto, llevó a cabo como ministro de Defensa una reforma trascendental para la democracia, la concerniente a las Fuerzas Armadas, tema que venía envenenando la política española desde la primera mitad del siglo XIX y que parecía irresoluble al morir Franco. Es cierto que el dictador se cuidó muy bien de crear una estructura militar piramidal que permitiera a alguien hablarle en nombre de todo el Ejército, desde el punto de vista de su condición de amenaza para la democracia, una hidra que a sus tres cabezas principales sumaba la del Jefe del Estado Mayor Central y los ocho virreyes de las capitanías generales. Esa pluralidad de vértices de decisión impidió que el Ejército asumiese una posición totalmente desestabilizadora en cuestiones candentes de la primera transición (legalización del PCE) y contribuyó al fracaso del 23-F. Pero el monopolio de la fuerza seguía en sus manos, así como la legitimidad heredada en cuanto "columna vertebral del régimen", un régimen cuya mentalidad compartía.

La transición militar

Narcís Serra

Debate. Madrid, 2008

342 páginas. 23,90 euros

En su libro, Serra busca refugio en su predecesor, Alberto Oliart, ministro de Defensa con Calvo-Sotelo, para caracterizar la situación que heredó en 1982. "Los militares", resume Oliart "tenían sólo de política dos ideas elementales: una, el comunismo era el enemigo número uno; dos, España era diferente a los demás países y era imposible la democracia en España". Por añadidura, desde siglo y medio antes el Ejército español arrastraba el problema de contar con una plétora de jefes y oficiales, lo cual reforzaba el sentimiento corporativo para justificar semejante anomalía y desequilibraba el presupuesto militar a favor de los gastos de personal.

Serra no nos ofrece una crónica de su gestión. En su relato no hay nombres ni acciones o reacciones personales. Trata de presentarnos un análisis de los datos objetivos con que hubo de contar para una reforma imprescindible, abordada ya con Suárez y Gutiérrez Mellado, así como una reconstrucción de los movimientos hechos por su iniciativa (elidida) en una complejísima partida de ajedrez para reconvertir ese Ejército heredado del franquismo en un instrumento de la democracia, donde con frecuencia la resistencia del aparato militar obstaculizaba medidas o invertía su significación inicial. Ejemplo, la JUJEM, Junta de Jefes de Estado Mayor, creada como órgano colegiado con un propósito de coordinación y de eficacia muy pronto se constituye en instrumento para ejercer la gestión de modo autónomo frente al Ministerio de Defensa de nueva creación. La autonomía militar será el caballo de batalla hasta las reformas de Serra, con el doble propósito de constituir un ámbito de poder propio, una "reserva de dominio" independiente del Gobierno democrático, y de incidir luego desde los intereses corporativos sobre él.

Serra explica de manera ordenada y pormenorizada los sucesivos pasos de su política de "normalización democrática", cuyo contenido va perfilándose en los meses que siguen al triunfo electoral socialista. Se trataba de subordinar de manera efectiva los mandos militares al Gobierno en "un verdadero Ministerio de Defensa", modificar la justicia militar limando su carácter de jurisdicción privilegiada, reformar las plantillas con una reducción de efectivos, promulgar una nueva ley de retribuciones que acabara con el malestar y redujera la tentación de proyectarse sobre la sociedad civil. La JUJEM pasó a ser órgano asesor presidido por el ministro, quien encargó en lo sucesivo informes a la Junta de Defensa Nacional. Nació el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, con carácter operativo, evitando que encarnase la representación corporativa de las Fuerzas Armadas. En suma, deslizamiento hacia una organización homologable con otras democracias y reducción drástica de los espacios de autonomía corporativa. Tal fue la fórmula.

Última baza a favor de este excelente libro: el análisis del proceso de reforma no se agota ahí y se inserta en una consideración teórica de alcance general sobre los debates recientes en torno a las formas de control de la institución militar en las democracias. Impresión del lector: el éxito de la reforma, más allá de las circunstancias favorables, fue ante todo el resultado de la lucidez, de la ponderación y de la capacidad de análisis del ministro Serra.

Imagen de marzo de 1983: Caspar Weinberger, secretario de Defensa de Estados Unidos, y Narcís Serra (a la izquierda), ministro de Defensa español, en el aeropuerto de Barajas.RAÚL CANCIO

Archivado En