Crítica:LIBROS | Escaparate

Un gran escritor sin libro

Aforismos. El nombre de Joseph Joubert (1754-1824), ese gran escritor -y hasta "moralista"- que nunca publicó un libro en toda su vida, pues sólo casi veinte años después de su muerte su amigo el vizconde de Chateaubriand publicó una primera selección de sus escritos, en 1838, no es desconocido, pues ha sido y es pasto de antólogos y críticos -goza de 30.000 entradas en Google- hasta entre nosotros, pues recuerdo todavía que en 1995 Carlos Pujol publicaba en Edhasa una buena selección de sus pensamientos. Pero este gran "escritor sin libro" -como le calificó Maurice Blanchot- no es objeto de m...

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Aforismos. El nombre de Joseph Joubert (1754-1824), ese gran escritor -y hasta "moralista"- que nunca publicó un libro en toda su vida, pues sólo casi veinte años después de su muerte su amigo el vizconde de Chateaubriand publicó una primera selección de sus escritos, en 1838, no es desconocido, pues ha sido y es pasto de antólogos y críticos -goza de 30.000 entradas en Google- hasta entre nosotros, pues recuerdo todavía que en 1995 Carlos Pujol publicaba en Edhasa una buena selección de sus pensamientos. Pero este gran "escritor sin libro" -como le calificó Maurice Blanchot- no es objeto de muchas consideraciones, pues para empezar no sabemos cómo se llama su obra -si "pensamientos", "memorias" y hasta "diarios" o "carnets", como se denomina mi buena edición en dos gruesos volúmenes (más de seiscientas páginas) en Gallimard (primera edición en 1938, luego hasta 1954) que cuidadosamente poseo, pues aborrezco las antologías, salvo las poéticas-.

Sobre arte y literatura

Joseph Joubert

Traducción de Luis Eduardo Rivera López

Periférica. Cáceres, 2008

102 páginas. 12 euros

Sin embargo, podemos excusar ahora toda antología, ya que -como es nuestro caso- no existe una obra previa, o un conjunto de ellas. Bien, si estamos ante una antología tanto posible como permisible, y en todo caso probable y hasta necesaria, tenemos que aceptarla como imprescindible. Bien, una vez constatado el hecho, ¿en nombre de qué lo hacemos? Pues se trata de un pensador, aunque no sabemos muy bien de qué. ¿Es un moralista, un guía de costumbres, o de conductas, o de maneras de pensar, o de obrar? A falta de una definición adecuada, podemos consolarnos considerándolo como un "moralista" relativo, quizá un "moralista sin moral", y dejarlo así como un moralista de segundo grado y se acabó, dejándolo abierto para siempre, lo que es un resultado mucho más eficaz -y fecundo- hacia el futuro.

Joseph Joubert nació en la Dordoña, en Montignac-le-Comte, en 1754; falleció en París, en 1824. Segundo hijo de un médico y cirujano -que tuvo 14-, realizó estudios en las universidades de Toulouse y París, estuvo a punto de ser sacerdote, pero no llegó a tomar los hábitos, fue primero partidario de la Revolución Francesa, luego se desilusionó ante sus excesos, aunque después se reconcilió con ella bajo la paz de Napoleón. Fue juez de paz en su pueblo, antes de su llegada a París, donde se relacionó con un grupo de amigos -Fontanes, Chènedollé, Bonald, Chateaubriand- llegando a ocupar un puesto de inspector de Universidades, bajo Napoleón. Casado y padre de dos hijas, tuvo amores con Pauline de Beaumont, que no fueron a más, pues ella prefirió a Chateaubriand. Quien, pese a todo, sería el que 14 años después de su muerte recopilaría los primeros "pensamientos" de Joubert, seducido por la elegancia de su estilo y la brillantez y hondura de su pensamiento. Desde entonces sus manuscritos han sido objeto de diversas reediciones, el escritor sin libro se ha convertido en un ser vivo para siempre, ha habido que buscar una moral para este "moralista" que no quiso serlo del todo, dejándolo siempre abierto para el futuro, pues ¿hay algo más sugerente que un moralista sin moral?

Joubert fue y es un guía, un modelo de conducta, de ser y pensar, que prefería andar por los bosques en soledad, que pensar y desde luego escribir, y pese a eso no dejó de hacerlo, y dejó a los demás el cuidado de hacerlo, que ha quedado así abierto hacia el futuro para siempre. Por eso su libertad respira a través de la de sus lectores, y la elegancia y pulcritud de sus pensamientos hacen lo demás, nos seducen y obligan sin que lo pretendan. De ahí su pervivencia, los elogios sobre su obra se multiplican sin parar -es el caso aquí de Paul Auster, que se une a los de Chateaubriand y otros (¡hasta Sainte-Beuve!) que se encadenan. Esta antología, que recoge un florilegio de pensamientos sobre "arte y literatura", es de lo mejor que nos ha dejado su obra inexistente, una traducción americana perfecta para poder seguir así hacia adelante sin parar, como siempre pasa con Joubert. -

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