Análisis:ELECCIONES 2008 | Precampaña electoral

La extraña campaña socialista

Es un tópico del análisis político que las elecciones no las gana la oposición, sino que las gana o las pierde el gobierno. Como todos los tópicos tiene mucho de falso, pero también un punto de realidad. Es la constatación de que por lo general la gente cambia de gobierno cuando lo considera mal orientado, agotado y sin resuello, independientemente de quien esté delante. Una de las curiosidades de esta larguísima precampaña electoral es que los socialistas parecen dispuestos a invertir este argumento. La música de su precampaña estaba pensada no tanto para ganar las elecciones por sí mismos, s...

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Es un tópico del análisis político que las elecciones no las gana la oposición, sino que las gana o las pierde el gobierno. Como todos los tópicos tiene mucho de falso, pero también un punto de realidad. Es la constatación de que por lo general la gente cambia de gobierno cuando lo considera mal orientado, agotado y sin resuello, independientemente de quien esté delante. Una de las curiosidades de esta larguísima precampaña electoral es que los socialistas parecen dispuestos a invertir este argumento. La música de su precampaña estaba pensada no tanto para ganar las elecciones por sí mismos, sino para que las pierda la oposición.

Hay inercias difíciles de superar. La derecha española, cuando se pone borde -y lo hace a menudo-, es tan bestia que es muy fácil para sus adversarios asustar a la gente con el retorno del lobo. De hecho, en las zonas de sombra de la conciencia de los dirigentes socialistas siempre estará presente la campaña del dóberman que, en 1993, les permitió salvar unas elecciones que era casi imposible ganar por el enorme desgaste del Gobierno y su entorno. La tentación del dóberman, debidamente alimentada por el hacer cotidiano de la derecha, acude sin falta a todas las campañas.

Pero no sólo es esto. El Gobierno ha gastado muchas energías en justificarse, que es una actitud conservadora que siempre acecha al que está en el poder, pero que no es la mejor manera de motivar a los electores, que ya han hecho su criba de lo bueno y de lo malo. La autojustificación ha tomado a menudo una forma irritante: la modulación de los mensajes, rectificando cada vez más su estrategia hacia posiciones moderadas, como si la presión de la derecha hubiese hecho mella.

Zapatero llegó con la propuesta de hacer reformas de gran calado en nuestra democracia. Y efectivamente empezó con un gran impulso que él mismo después ha mitigado, frenando los procesos que había abierto. En cuatro años no se puede hacer todo. ¿Por qué, en vez de explicarnos la continuación del proceso reformador y los objetivos que conseguir, se apunta al principio conservador de las rebajas fiscales y del reparto del dividendo del superávit del Estado? La precampaña del PSOE -y no parece que la campaña vaya a ser diferente- se ha articulado sobre dos ejes: el miedo al retorno del PP, perfectamente fundado, desde luego, y la figura de Zapatero. Es arriesgado. Entre otras cosas, porque Zapatero ya no es el joven político que representaba un cambio de estilo y una ruptura generacional, sino que ha dejado varios jirones de su magia personal en el ejercicio del poder. ¿Dónde están las ideas políticas?

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