Análisis:EL ACENTO

Viajen en metro, pero no miren

El metro de Madrid es una de las joyas que presentan muy ufanas las autoridades regionales y municipales de la capital española. Es uno de los reclamos para apoyar la candidatura olímpica de 2016. Pero ese servicio moderno, extenso, rápido, seguro y hasta económico al que recurren millares de madrileños a diario, se ha convertido en una pocilga debido a la huelga de los empleados de la limpieza en demanda de mejoras salariales, que ayer rebasó el décimo día, y que empieza a poner en riesgo la salud pública, a pesar de que fuentes de la compañía aseguren que no existe el más mínimo pelig...

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El metro de Madrid es una de las joyas que presentan muy ufanas las autoridades regionales y municipales de la capital española. Es uno de los reclamos para apoyar la candidatura olímpica de 2016. Pero ese servicio moderno, extenso, rápido, seguro y hasta económico al que recurren millares de madrileños a diario, se ha convertido en una pocilga debido a la huelga de los empleados de la limpieza en demanda de mejoras salariales, que ayer rebasó el décimo día, y que empieza a poner en riesgo la salud pública, a pesar de que fuentes de la compañía aseguren que no existe el más mínimo peligro.

Lo peor no es el grado de incivismo que muestran los ciudadanos, muy triste en sí, ensuciando más aún los pasillos y andenes e ignorando los llamamientos por megafonía a la colaboración, sino la conducta irresponsable y sancionable de los piquetes de huelga. Los más radicales se han dedicado a verter contenedores de basura de la calle, a romper papeleras y a embadurnar suelos y paredes con aceite y otros líquidos. Con tal comportamiento, poca solidaridad y comprensión van a encontrar del ciudadano medio.

Dónde está la responsabilidad de las centrales sindicales para hacer cumplir los servicios mínimos de limpieza? Los trabajadores afirman que los están cumpliendo, pero las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad instaladas en el interior lo ponen en duda, pues revelan cómo los piquetes introducen la basura desde la calle e incluso tiran aceite al suelo para que los viajeros resbalen. El resultado ofrece un panorama desolador: trozos de periódicos esparcidos, mondaduras de fruta, botellas de cristal, latas, grasa, aceite, ketchup en las paredes, y hasta mejillones y alguna que otra vomitona.

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Diez días ha tardado el Gobierno regional en tomar cartas en el asunto tras el fracaso de las negociaciones de los huelguistas con las concesionarias encargadas del servicio de limpieza. Por fin, la Comunidad de Madrid ha decidido actuar rescindiendo el contrato a tales empresas. Ojalá que se recobre pronto la normalidad y que el metro de Madrid vuelva a ser lo que era.

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