Reportaje:JOSÉ MARÍA SEGURA

La solidaridad del notario

José María Segura ha desarrollado una notable labor social desde entidades como Cáritas o el Proyecto Hombre

Como él mismo se define, José María Segura (Murcia, 1934) es hijo de producto notarial, por parte de padre y abuelo materno, lo que le llevó a estudiar Derecho, aunque en la elección de la profesión de notario influyó más su gusto por el estudio y la voluntad de encontrar un trabajo estable que el ascendiente familiar. "La profesión ideal de la persona que ha estudiado Derecho es ejercer la abogacía", reconoce. Y así ha conservado su interés por el Derecho, con publicaciones o la codirección del curso de periodismo jurídico que organiza EL PAIS. Pero, sobre todo, mantiene una intensa actividad...

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Como él mismo se define, José María Segura (Murcia, 1934) es hijo de producto notarial, por parte de padre y abuelo materno, lo que le llevó a estudiar Derecho, aunque en la elección de la profesión de notario influyó más su gusto por el estudio y la voluntad de encontrar un trabajo estable que el ascendiente familiar. "La profesión ideal de la persona que ha estudiado Derecho es ejercer la abogacía", reconoce. Y así ha conservado su interés por el Derecho, con publicaciones o la codirección del curso de periodismo jurídico que organiza EL PAIS. Pero, sobre todo, mantiene una intensa actividad desde su cristianismo militante: en Cáritas desde hace lustros; en Proyecto Hombre, que fundó en el País Vasco, o últimamente en la Fundación para la Libertad.

Inicia su actividad social y política cuando vuelve al País Vasco en 1971

Crecido en San Sebastián, su primer destino, tras estudiar cinco años y medio para notarías, fue La Guardia (Pontevedra), pueblo del que guarda recuerdos magníficos. De allí se trasladó a Medina Sidonia (Cádiz). "Pasé del minifundio gallego al latifundio andaluz, aunque yo no vi una escritura, pues todos los trámites se hacían en Sevilla, Jerez o Cádiz, donde vivían los grandes señores", recuerda. Fue una mala época. Trabajaba en una oficina sin agua corriente, tenía varios hijos pequeños, se hallaba muy lejos de San Sebastián y ganaba muy poco. "Menos mal que mi padre me pasaba dinero. Lo único que me divertía era la redacción de actas de pesaje de toro de lidia en pleno campo, aunque no fuera rentable".

La siguiente etapa, para disgusto de su familia donostiarra, le llevó a Lanzarote, cuando la pista de aterrizaje del aeropuerto aún era de tierra. "En aquel momento ya se había convertido en un lugar prometedor, porque comenzaba a llegar un apunte de turismo", comenta. Eso sí, todavía seguía siendo una tierra virgen. "Cuando íbamos a la playa los domingos, si había más de dos personas, nos marchábamos". El viaje a la Península se realizaba en un avión al que se conocía como el saltamontes: salía de Las Palmas y pasaba por Tenerife, Fuerteventura, Lanzarote y Sidi Ifni hasta aterrizar en Sevilla.

De ahí, el regreso al País Vasco, a Vitoria, en 1971, donde comenzará su actividad más social y política, al mismo tiempo que fragua un buen despacho.

Segura siguió muy de cerca el proceso que llevó al Concilio Vaticano II y se siente implicado en esa nueva iglesia que surge en el papado de Juan XXIII. "Pablo VI me defraudó bastante y ya los papas que le han seguido, ni le cuento. Pero bueno, Cáritas ha conseguido mantenerse con su labor social sin interferencias de la jerarquía, porque me considero cristiano, pero en libertad", detalla.

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En Vitoria, vivió muy de cerca los acontecimientos del 3 de marzo de 1976, cuando la policía mató a cinco obreros e hirió a decenas de ellos tras asaltar la iglesia de San Francisco. "Estaba escuchando la radio y sintonicé a la policía con todas las burradas que iba haciendo, y conseguí una grabación", recuerda. Dos días después, el gobernador civil convocó a varias personas de la ciudad (Segura, en calidad de decano de los notarios) para que hablasen con José Manuel Otero Novas, entonces director general de Política Interior.

"El gobernador civil comenzó a relatar una versión insólita en la que los obreros iban armados con barras de hierro, etcétera. Yo le interrumpí y le pregunté para qué nos había convocado, si para que Otero Novas escuchara su versión o lo que había ocurrido realmente. Y le entregué la cinta magnetofónica a Otero Novas. 'Ahí está grabado todo lo que dijo la policía aquella jornada', le expliqué y me marché. Se podía escuchar cómo la policía en lugar de disolver, se dedicó a concentrar para masacrar", resume Segura.

La fugaz aventura de la militancia

En los setenta, José María Segura dirigía Cáritas en Vitoria, todo un referente en las movilizaciones sociales de aquellos años. "Teníamos el fondo de resistencia de varias empresas en huelga", rememora. Son años que vivió intensamente. En su despacho de notario, por ejemplo, se firmaron todas las candidaturas para las primeras elecciones democraticas. No en vano, Segura promovió también una de ellas, Democracia Cristiana Vasca, donde conoció a Fernando Buesa. "Fue mi primera y última participación en política de partidos. Conseguimos algo más de 3.000 votos en todo el País Vasco. Nos divertimos como enanos, diciendo lo que queríamos por todas partes".

Pocos meses después de aquellas elecciones de 1977, Segura regresa por fin a la San Sebastián de su infancia y juventud. "Nos costó mucho tomar la decisión de regresar a San Sebastián, porque nos habíamos asentado muy bien en Vitoria, pero en uno de aquellos paseos en los que meditábamos la decisión mi mujer y yo, comentamos dónde nos gustaría que nos enterraran, si en Santa Isabel o el Polloe, y entonces ya lo tuvimos claro". En San Sebastián, se integró en Cáritas, que ha dirigido 25 años, "en una iglesia tan controvertida como la de Setién", apunta.

En cuanto a la actividad política, en la actualidad colabora con la Fundación por la Libertad, desde la que expresa su preocupación por la situación de Euskadi. "Falta libertad para expresarse y no soy optimista con respecto al futuro. El peso del nacionalismo es tal que es todo un compromiso para un empresario declararse no nacionalista", comenta. Y, como notario, habla con conocimiento de causa: por su despacho han pasado muchos empresarios amenazados por ETA.

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