Crónica:LA CRÓNICA

La hazaña de Shackleton

Simultáneamente se han inaugurado en el Museo Marítimo dos exposiciones muy dispares. Una es ésa de los cadáveres ultrajados, desollados y plastificados. La otra reconstruye una gesta inolvidable por muchos conceptos, pero sobre todo como exaltación de la capacidad del ser humano para afrontar los grandes sacrificios y alzarse por encima de su propia contingencia. Me refiero, claro está, a Atrapados en el hielo. La legendaria expedición a la Antártida de Shackleton, del American Museum of Natural History de Nueva York, que Caixa Catalunya ha estado paseando por varias ciudades españolas...

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Simultáneamente se han inaugurado en el Museo Marítimo dos exposiciones muy dispares. Una es ésa de los cadáveres ultrajados, desollados y plastificados. La otra reconstruye una gesta inolvidable por muchos conceptos, pero sobre todo como exaltación de la capacidad del ser humano para afrontar los grandes sacrificios y alzarse por encima de su propia contingencia. Me refiero, claro está, a Atrapados en el hielo. La legendaria expedición a la Antártida de Shackleton, del American Museum of Natural History de Nueva York, que Caixa Catalunya ha estado paseando por varias ciudades españolas y que concluye su periplo en Barcelona.

En 1914, pocos días antes de que estallase la I Guerra Mundial, el explorador Ernest Shackleton, que había participado en la primera y fallida expedición de Scott al Polo Sur, zarpó en el Endurance, con 26 hombres, para realizar la única gran aventura que quedaba por cumplir después de que el noruego Amundsen hubiera alcanzado el Polo Sur: realizar la primera travesía de la Antártida.

Unos meses más tarde el hielo bloqueaba, trituraba y hundía el Endurance. Con los enseres, herramientas y las dos canoas que se pudieron rescatar de la catástrofe, los exploradores sobrevivieron en el hielo, en condiciones extremadamente adversas, durante cerca de dos años.

Luego Shackleton tuvo todavía la presencia de ánimo para embarcarse con dos de sus hombres en una de las chalupas y aventurarse por mares embravecidos durante 1.000 kilómetros hasta llegar a la isla de Georgia del Sur; desembarcar allí, y con las últimas fuerzas cruzarla a pie, en una jornada de 36 horas, hasta encontrar un puerto de balleneros gracias a cuya ayuda pudo volver y rescatar a sus compañeros. Todos regresaron vivos a Londres.

Aunque la expedición fue un completo fracaso, y además sus protagonistas fueron recibidos a su regreso con la mayor indiferencia, si no con reprobación, pues Gran Bretaña estaba sumida en la I Guerra Mundial y aquello del Polo Sur sonaba a extravagancias de desocupados en momentos de catástrofe nacional, con el paso de las décadas su aventura viene alcanzando mayor resonancia, por varios motivos. El primero, por supuesto, es el mismo hecho extraordinario de la supervivencia en el hielo durante tanto tiempo. Todos los expedicionarios escribían su diario personal, y todos han ido publicando y ofreciendo una información exhaustiva sobre el periplo, sobre la clase de alimentación -básicamente carne de pingüino-, sobre las actividades en que ocupaban los monótonos días, sobre las privaciones que sufrían, los conflictos humanos que surgían y cómo los iban resolviendo.

Ahora la personalidad y las estrategias de Shackleton para mantener alta la moral de su equipo se propone en distinguidas escuelas anglosajonas de liderato de empresas y de grupos humanos como un ejemplo para estudiar. Decía: "el pesimismo es el primer paso de la cobardía". Era un jefe extraordinario, capaz de inventar cada día tareas para mantener a sus hombres ocupados capaz de levantarse antes que los demás para preparar el té y llevárselo a las tiendas, y de elegir, para compartir la suya, no a los que le resultaban más afines y simpáticos sino precisamente a los más conflictivos, los más huraños y pesimistas: prefería tenerlos cerca y ejercer sobre ellos su influencia en cualquier momento.

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Shackleton, que entre sus lemas tenía el de más vale ser un burro vivo que un león muerto, ha desplazado como modelo de líder al capitán Scott, explorador valiente y trágico, que fue perdiendo a todos sus hombres y perdió también él la vida cuando intentaba una hazaña que Amundsen coronó sin la menor dificultad. Esta clase de héroes ya no despiertan deseos de emulación en nadie. Se les ve como residuos imperiales, y no muy inteligentes.

En la última etapa de su viaje en busca de socorro, durante la travesía a marchas forzadas por la isla desconocida, para salvar la cordillera que le separaba del puerto de balleneros y de la salvación, Shackleton tuvo permanentemente la sensación de que un hombre desconocido caminaba junto a él. Es un sarcasmo divino que varios de los supervivientes de su expedición, enrolados en el Ejército británico a la vuelta de la Antártida, muriesen al cabo de pocos días en las trincheras de Verdún...

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