Editorial:

Misterio en Pekín

La transparencia que previsiblemente exhibirá el próximo agosto Pekín como sede de los Juegos Olímpicos contrasta con el misterio y hermetismo que rodean al congreso, que hoy se inicia, del Partido Comunista Chino (PCCh). Nada nuevo, porque los 16 anteriores se desarrollaron en un ambiente igual de impenetrable. La admiración mundial por la pujanza económica que vive China desde hace más de una década, llamada a rivalizar con Estados Unidos como potencia planetaria en este siglo, choca igualmente con esa cerrazón a dar cauce a las libertades políticas. Ésa es una de las grandes asignaturas pen...

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La transparencia que previsiblemente exhibirá el próximo agosto Pekín como sede de los Juegos Olímpicos contrasta con el misterio y hermetismo que rodean al congreso, que hoy se inicia, del Partido Comunista Chino (PCCh). Nada nuevo, porque los 16 anteriores se desarrollaron en un ambiente igual de impenetrable. La admiración mundial por la pujanza económica que vive China desde hace más de una década, llamada a rivalizar con Estados Unidos como potencia planetaria en este siglo, choca igualmente con esa cerrazón a dar cauce a las libertades políticas. Ésa es una de las grandes asignaturas pendientes del Imperio del Centro, que por supuesto el cónclave de esta semana no resolverá.

El presidente Hu Jintao, el tecnócrata cauto y metódico, será reelegido para un segundo e improrrogable mandato como secretario general, cargo que abandonará en 2012. Su primer quinquenio en el poder, al margen de los indiscutibles pero cada vez más desequilibrados éxitos económicos, pasará con más pena que gloria. Los retrocesos políticos son evidentes. Así lo han puesto en evidencia un millar de intelectuales, que le enviaron el pasado agosto una carta reclamando apertura y la excarcelación de los presos políticos, asuntos que Pekín hizo votos para poner en práctica cuando se le premió hace seis años con la organización de los Juegos de 2008. Nada de eso se ha cumplido. Al contrario, continúa la persecución de disidentes, se restringe el acceso a Internet y se aplica con la misma saña que siempre la pena de muerte.

La situación socioeconómica es inquietante. El desequilibrio entre las provincias del interior y las costeras no ha dejado de crecer. La inmigración rural a la ciudad hace aumentar el desempleo y la criminalidad. Hu es algo más consciente de ello que su antecesor, Jiang Zemin. A través de la política que él define de "sociedad armoniosa" pretende un mayor equilibrio entre las provincias y frenar el grave problema de la contaminación medioambiental. Sin embargo, en la práctica estos objetivos no han tenido resultados. Además, algunas medidas liberalizadoras, como el derecho a la propiedad, sólo benefician a la población urbana y a la creación de una futura clase media.

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Un aspecto interesante del XVII Congreso será la composición del Comité Permanente del Politburó, el órgano máximo comunista. Al menos tres de sus nueve miembros deben salir. Entre los que se da por cierto que lleguen están Li Kegiang, jefe del PCCh en la provincia de Liaoning y protegido de Hu, y el nuevo secretario general en Shanghai, Xi Jinping, apoyado por el aún influyente Jiang Zemin. Ambos pueden ser los que lideren el país a partir de 2012.

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