Cartas al director

Un país olvidado

Zimbabue está al borde del colapso. La que se conocía como una de las economías más dinámicas de todo el continente africano, y que sin duda constituyó, después de su independencia en 1980 y durante más de una década, la gran esperanza para reactivar a toda África austral, junto con Suráfrica, es ahora una economía de subsistencia, donde la inflación se sitúa oficialmente en el 6.500%, o mucho más. Poco importa para la gente, que ha sufrido un deterioro de sus condiciones de vida paralelo a la escalada de medidas equivocadas y restricciones de libertades individuales impuestas por Robert Mugab...

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Zimbabue está al borde del colapso. La que se conocía como una de las economías más dinámicas de todo el continente africano, y que sin duda constituyó, después de su independencia en 1980 y durante más de una década, la gran esperanza para reactivar a toda África austral, junto con Suráfrica, es ahora una economía de subsistencia, donde la inflación se sitúa oficialmente en el 6.500%, o mucho más. Poco importa para la gente, que ha sufrido un deterioro de sus condiciones de vida paralelo a la escalada de medidas equivocadas y restricciones de libertades individuales impuestas por Robert Mugabe, el anciano presidente del país, sobre todo a lo largo de los últimos 10 años.

En Europa, el tema es de casi exclusiva competencia del Foreign Office británico, que tampoco parece preocuparse mucho de que la pequeña ex Rodesia sufra una implosión cuyos efectos devastadores para su población serían difíciles de contener. Los diplomáticos parecen estar en su dimensión, y Mugabe, si bien para ellos es la reencarnación del diablo, no deja de ser para centenares de miles de africanos un héroe de la lucha contra el colonialismo. Y Suráfrica, con el presidente Mbeki al frente de cada posible negociación, parece estar no muy brillante en sus ideas.

Mientras tanto, British Airways dejará de operar el Londres-Harare a finales del mes -era la última compañía europea que mantenía un vuelo directo- y tras el Indigenization and Empowerment Bill aprobado a finales de septiembre, que atribuye al Estado el control del accionariado de las empresas extranjeras que quedan, los bancos, principalmente británicos y surafricanos, y las multinacionales del sector minero se irán. La oposición del Movement for Democratic Change, también muy dividida, parece perder credibilidad cada vez que algo importante ocurre, e incapaz de producir un amplio tejido de consenso y un clima duradero y suficientemente fuerte en el país, entre las represiones y torturas que le azotan, para que el tan auspiciado cambio se haga realidad.

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