Análisis:ASICS FESTIVAL

Tomarlo con deportividad

Que las marcas comerciales están patrocinando buena parte de los festivales musicales españoles es cosa sabida, y que éstas pasen directamente a organizar su propio festival es algo que poco a poco ocurre con más frecuencia. La última intentona ha sido la promovida en Barcelona por ASICS, marca de prendas deportivas de la que se espera que haga honor a su finalidad tomándose con deportividad una primera edición más bien desoladora. Porque por mucho que se junten nombres populares, organizar un festival es algo más que acudir al que no falte de ná.

En la primera jornada, el vierne...

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Que las marcas comerciales están patrocinando buena parte de los festivales musicales españoles es cosa sabida, y que éstas pasen directamente a organizar su propio festival es algo que poco a poco ocurre con más frecuencia. La última intentona ha sido la promovida en Barcelona por ASICS, marca de prendas deportivas de la que se espera que haga honor a su finalidad tomándose con deportividad una primera edición más bien desoladora. Porque por mucho que se junten nombres populares, organizar un festival es algo más que acudir al que no falte de ná.

En la primera jornada, el viernes, que como botón de muestra evidenció todas las carencias del festival, la unión de los nombres de Dover, Chambao y Pet Shop Boys no sirvió ni siquiera para llenar un Sant Jordi en el que se había situado el escenario casi en el centro de la pista. Considerando que esta ubicación es inamovible de un día para otro, esta afluencia se intuía poco más o menos igual para la jornada de ayer, con Hombres G, Mikel Erentxun, Paulina Rubio, Antonio Orozco y El Sueño de Morfeo. La cuestión es que la gelidez del recinto, en el que muchos eran invitados, no ayudó a que ninguno de los artistas se luciera.

Cyan, un grupo novel, fue quien lógicamente más pasión puso a su concierto, hasta el punto de que no era difícil verlos pellizcándose para despertar de lo que para ellos parecía un sueño. Más tarde, Chambao confundieron los papeles y se pasaron medio concierto pidiendo ayuda al público para elevar el tono de la actuación, que voló rasante sin elevarse ni un palmo hasta casi el final. Y es que Mary, su cantante, debería saber que quien se encarga de subir el tono tiene que ser el artista y no el público, que con pagar, esperar los cambios de escenario, soportar bucles de publicidad mal estructurada y reaccionar a los estímulos que provienen de los artistas ya hace bastante.

Más tarde, unos Dover que parecen actuar igual ante mil que ante cien mil, pusieron su nota de música electrónico-bailable-rockera para manifestar que ya son un grupo nuevo, que su mutación de rockeros a bailables les ha dado un crédito asombroso y que lo que no queda nada claro es lo que viene después: ¿el hip-hop?, ¿el folk marciano?, ¿la canción de autor?, ¿el gregoriano-chill? Si aciertan más marcas comerciales les darán la oportunidad de explicarse en directo.

Finalmente, unos Pet Shop Boys aún elegantes y distinguidos, especialmente en medio de un cartel como el de ayer, evidenciaron que pese a todo tienen mucho más pasado que futuro, y eso que muchas de sus canciones serán clásicos que reivindicar incluso cuando las marcas comerciales no necesiten la música para llegar a su público.

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