Columna

¿Quiénes somos?

Cada fin de semana mueren jóvenes. No es novedad, siempre murieron jóvenes igual que siempre murieron viejos. Los viejos solían morir en la cama y los jóvenes en la guerra o en los trabajos, que eran duros. La juventud es la energía más valiosa y potente que tiene una sociedad, por eso siempre se buscó encauzarla, aprovecharla y explotarla de todos los modos posibles. La testosterona juvenil es la gran arma utilizada en todas la guerras, la novedad es que ahora hay jóvenes que se matan o que matan a otras personas en tiempo de paz. Quizá la guerra sea el estado natural de la juventud, pues vem...

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Cada fin de semana mueren jóvenes. No es novedad, siempre murieron jóvenes igual que siempre murieron viejos. Los viejos solían morir en la cama y los jóvenes en la guerra o en los trabajos, que eran duros. La juventud es la energía más valiosa y potente que tiene una sociedad, por eso siempre se buscó encauzarla, aprovecharla y explotarla de todos los modos posibles. La testosterona juvenil es la gran arma utilizada en todas la guerras, la novedad es que ahora hay jóvenes que se matan o que matan a otras personas en tiempo de paz. Quizá la guerra sea el estado natural de la juventud, pues vemos jóvenes que son un peligro para sí mismos y para los demás, energía que destruye y se destruye.

Algo ha cambiado, algo hemos cambiado, y ese algo es muy grande. Y creo que también muy profundo. No, ya no podemos vernos en Balbino, el protagonista de la hermosa novela de Neira Vilas Memorias dun neno labrego. Siempre habrá miseria y opresión, pero como pueblo, como país no podemos vernos ya en esa imagen. No hay que darle vueltas, hemos salido de la pobreza y somos ricos, le compramos a nuestros hijos motos y automóviles de mucho caballaje. Siempre hubo jóvenes a caballo que se desafiaban y corrían, pero hoy hay jóvenes que van montados en mucho caballo junto. Demasiado. Y se nos matan, y matan.

Uno no concibe mayor dolor que perder a un hijo, es una desgracia absoluta, y sin embargo somos una sociedad que le compra a sus jóvenes las bestias que los matarán. Nos hemos convertido en un país de niños grandes que malcrían a su progenie: críos y crías que no han salido de la adolescencia y que salen todas las semanas hasta altas horas de la madrugada y andan de aquí para allí en coches conducidos por jóvenes borrachos. Es una imagen que nos molesta pero algún día tendremos que aceptarla porque cada fin de semana seguirá estando ahí, renovando ese tributo que pagamos de jóvenes muertos.

Es cierto que hay jóvenes esforzados y responsables. Incluso adultos que crían hijos pasando el trabajo de ponerles ese incómodo pero necesario límite, ese "no" que todo niño y adolescente necesita. Pero hoy fundamentalmente somos una sociedad cuya función es gastar, consumir, y no tanto trabajar, producir. Hay más movilización por el tal derecho al ocio que por el tal derecho al trabajo.

Todo ha cambiado, nuestro entorno ha cambiado. La vida del marinero fue y es increíblemente injusta y dura, por eso hoy faltan marineros para enrolarse en los barcos pesqueros y las tripulaciones de barcos llamados "O`Noso" las van conformando peruanos o coreanos cada día más. Por eso los camareros no entienden el gallego, son argentinos, uruguayos o rumanos y por eso las cocineras que preparan en los restaurantes para los turistas y para los del país el pulpo "á feira" son ecuatorianas o cubanas.

Si queremos podemos seguir viéndonos en los dibujos de Castelao, esos niños pobres descalzos, hambrientos y llenos de sabañones y sarna. Es un insulto a los que verdaderamente pasan hambre, trabajos y necesidad. Incluso faltarle a la memoria de nuestros padres, nuestros abuelos o bisabuelos. Decir que esos somos nosotros será una obscena gracia de señoritos, como esos señoritos sevillanos que un día al año se visten de gitanos, porque nosotros vivimos en la patria de la proteína, nos sobra hasta la obesidad.

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Nuestros abuelos eran del tiempo del raquitismo, la tisis, avitaminosis, bocio, pero nosotros del tiempo del hartazgo. Tanto nos sobra y tanto hemos abandonado los trabajos en que quemar calorías que pagamos para ir a un gimnasio, donde sudamos y quemamos grasa de forma gratuita e improductiva. Este es nuestro tiempo y este nuestro mundo. Estos somos nosotros.

Ahora somos nosotros los que damos trabajo a otros, las contratamos en nuestros hogares para cuidar a nuestros mayores o como empleados en nuestros negocios. El abuelo pasó hambre, el hijo pasó trabajos y el nieto ahora tiene una moto acuática, una moto y un automóvil. Por los caminos que abrió en el monte el abuelo con los brazos y con los bueyes corretea ahora el nieto en su Quatro.

Habrá que sacar consecuencias de eso, dejar de vernos como un país víctima, un pueblo esclavizado y, sin dejar de reclamar lo que nos corresponde, asumir nuestras responsabilidades. Galicia tiene que hacerse adulta.

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